Agustín Fernández Mallo

"Lo contrario a la vida no es la muerte, es la nada" dijo alguien. Estoy de acuerdo. Así que siempre es un buen momento para hablar de la muerte. Félix de Azúa, en El aprendizaje de la decepción, decía que las civilizaciones representamos artísticamente el mundo para darnos pequeños sustos y no pensar en ese susto definitivo que es la muerte. Una vez oí al periodista Álvaro Colomer, autor de la Trilogía de La Muerte Urbana (novelas), preguntarse cómo es posible que viva en una ciudad de casi dos millones de habitantes y nunca haya visto un muerto. Porque los escondemos. La sociedad contemporánea odia la muerte, no quiere verla, es sucia y no publicita nada. Ése es el motivo [políticas aparte] por el cual hay gente que quiere eliminar la fiesta taurina y no tiene problema en comer jamón y entrecot: la moralina ciudadana está a salvo, sus ojos no contemplan el horror de una vaca agonizando en un matadero. La utopía de la existencia de lo estéril, del shopping center. Más civilizado que abolir es cambiar de canal.