Image: Alas cortadas

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Opinión

Alas cortadas

Por Juan PalomoParticipe en el blog de Juan Palomo

14 mayo, 2010 02:00

Milagros del Corral, Lourdes Fernández, Hilda Molina y Stieg Larsson


Ni echándole imaginación podían haber elegido peor: no era, no, a la Biblioteca Nacional a la que había que rebajar el rango hasta una subdirección general. La BNE, ministra, es un organismo esencial de nuestra cultura, el guardián de toda la historia literaria de nuestro país a lo largo de los siglos, a cuyo frente estaba una de las personas que concita mayor consenso en el mundo intelectual respecto a su valía. Y usted, ministra, se la lleva por delante. ¿Creía acaso que Milagros del Corral iba a permitir esa ofensa gratuita a la Biblioteca con tal de aferrarse al puesto? Pobre cultura nuestra, en qué manos está. Nos queda el consuelo de ponerle nombre y cara a la única persona que ha dimitido de su cargo en estas dos legislaturas por disentir de una decisión política que afecta directamente a su trabajo. Del Corral se va después de haber restituido el orden y el prestigio en la institución. Y se va dando ejemplo de lo que es trabajar para la sociedad y no para el Gobierno de turno.

También la dimisión de Lourdes Fernández al frente de ARCO ha revolucionado el patio de las galerías y, aunque se ha dicho mucho, muchas son todavía las incógnitas de esta crisis sin precedentes. ¿Por qué Juana de Aizpuru no fue a la reunión del comité asesor y por qué no ha dimitido con el resto del grupo? ¿Cuál es su papel ahora, que es la única a bordo de ARCO? ¿Seguirá Luis Eduardo Cortés al frente de Ifema para organizar la nueva edición de la feria? ¿Logrará el alcalde de Madrid su propósito de trasladarla al Retiro? ¿Aprovechará Barcelona la ocasión para lanzar su propia feria? ¿Será de arte contemporáneo?

Quizá el cambio climático esté afectando seriamente también a las neuronas. No se explica, si no, tanta crispación en todas partes. Lo de la última Feria del Libro de Buenos Aires ha sido algo más que un cruce de navajas. Mis escritores amigos cuentan que al menos dos presentaciones de libros han terminado entre insultos, golpes y sillas voladoras. Primero un grupo de estudiantes exaltados interrumpió la presentación del libro Mi vida, de la disidente cubana Hilda Molina, y luego fue el periodista Gustavo Noriega quien sufrió algo parecido por culpa de su libro Indek: Historia íntima de una estafa, un análisis crítico sobre el gobierno de los Kirchner. Con la Feria madrileña ya a las puertas, ¿tendrán nuestros autores que ir al gimnasio por si la moda cunde?

Con mucho retraso, dos años después de sus ediciones europeas, Stieg Larsson ha desembarcado en Estados Unidos. ¡Y de qué manera, aupándose con los dos primeros libros de su trilogía a los codiciados puestos 1 y 2 de la lista de ficción del New York Times! Atrás quedan ahora tantas sesudas disquisiciones acerca de por qué el fallecido escritor sueco no gustaría a los muy suyos lectores estadounidenses. Pues sí, ha gustado, y ya verán cuántos meses copa esa cima.

He tenido ocasión de ver al bajo-barítono Erwin Schrott empleando toda su metrosexualidad en los ensayos de Las bodas de Fígaro del Covent Garden londinense. Se le nota en la mirada que echa de menos el calor de almohada de Anna Netrebko, que estos días se ha enfundado en Viena la licra fina para dos voluptuosas Manon y Carmen que han desatado las sospechas de un posible segundo embarazo. Les siguen de cerca Roberto Alagna y Angela Gheorghiu, la otra pareja de marras que la pasada Navidad ponía fin a trece años de relación sobre el escenario y que ahora -agárrense al asiento- vuelve a las andadas con una reconciliación a lo Deus ex machina.