Image: Aptitud cultural

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Opinión

Aptitud cultural

Por Juan PalomoParticipe en el blog de Juan Palomo

4 junio, 2010 02:00

Ángeles González-Sinde, Norman Foster, Robert de Niro, e Ignasi Guardans


No lo duden: a pesar de los mensajes contradictorios que estos días anuncian y desmienten el fin de Bruguera para 2011, les aseguro que lo mejor está por venir. Pase lo que pase los próximos meses con el sello creado en 1910 y que desde 1986 pertenece al grupo Zeta, y aunque las noticias no sean demasiado buenas, pueden creerme: si desaparece, Bruguera renacerá por tercera vez, cargada de buena literatura y mucha imaginación: Joseph Conrad, D. H Lawrence, incluso el Ibáñez de Mortadelo y Filemón no merecen menos.

Por alguna misteriosa razón me seducen los perdedores. Siento que quienes venden menos (libros, arte, cine) tienen que ser mejores (a veces pasa), y me dejo llevar con frecuencia por la estética del fracaso. El caso es que, como me gustan los malditos, esta tarde echaré de menos en la Feria del Libro a algunos de los sellos más importantes y poderosos que se niegan a mostrar sus vergüenzas en "Worstsellers. Los peores vendidos", un encuentro que se celebra por segundo año consecutivo pero en el que sólo participan editoriales como Escalera, Salto de Página, Nevski Prospects y Artemisa, dispuestas a reconocer sus errores. ¡Ah, si las grandes hablasen y reconociesen algunas perdidas millonarias por apuestas malogradas!

Frente a la fama exprés de algunas nuevas promesas del canto (recuerden a Susan Boyle, esa señora Doubtfire que colapsó You Tube), en el mundo de la lírica las aspirantes cuecen su talento a fuego lento, aun a riesgo de quemarse. Es el caso de la soprano alemana Diana Damrau, que hace poco reconocía en una entrevista: "Me siento orgullosa de que Iain Bell esté escribiendo una ópera para mí". La carrera de una prostituta se titula el libreto en cuestión. Destino cruel, que diría Verdi.

Me cuentan que Norman Foster se ha quedado prendado de los últimos cuadros de Emilio Gañán (Plasencia, 1971) que hemos podido ver en la galería Fernando Pradilla de Madrid. El arquitecto llegó, vio y compró dos obras del artista, último representante de la llamada abstracción geométrica. Otro artista, Javier Pérez es el primero de la recién desaparecida Salvador Díaz en fichar por una nueva galería. Max Estrella será a partir de septiembre su nuevo espacio en Madrid. El escultor está enfrascado ahora en importantes proyectos europeos pero quizá en 2011 le veamos de nuevo por aquí.

Hace unas semanas se organizó una cola en los Teatros del Canal de Madrid que sorprendió a propios y ajenos. ¿Qué obra de teatro había despertado tanto interés?, se preguntaron los vecinos. Pero no era teatro, sino un mercadillo de ropa de una marca conocida. Entonces la pregunta se desplazó a ¿por qué un espacio público acoge negocios privados? Y como el rumor persistía, la dirección del teatro no tuvo más remedio que dar una explicación: para obtener ingresos y no tocar la programación se alquilan espacios para la celebración de eventos y saraos. Que los tiempos ya no son los de antes y el presupuesto viene esquivo.

Ni el guionista más retorcido podría imaginar un argumento tan disparatado para la Ley del Cine de González-Sinde. Tras la denuncia en Bruselas y la victoria de Guardans, resulta que no tiene dinero y, además, se saca de la chistera un certificado de "aptitud cultural" de risa. En el artero empeño de contentar a todos, al final habrá una ley tipo "Frankenstein" (¿recuerdan a Robert De Niro? Pues así) hecha de retazos y sin fondos. Y luego algunos se rasgan las vestiduras con la mala imagen del cine español.