Opinión

Sardónico

Portulanos

26 noviembre, 2010 01:00

Santa Perpetua es una historia de terror, pero el público ríe desde el minuto uno casi frase por frase. Es una tendencia: en Días estupendos se escuchaban las carcajadas de los espectadores antes incluso de que terminase de abrirse el telón. Les habían dicho que era muy gracioso y tenían prisa por demostrarlo. Que quede claro: no pretendo aquí menospreciar estos espectáculos que, por el contrario, me parecen, ambos, brillantísimos. Es la respuesta de los espectadores la que me intriga, esa mandíbula floja, esa risa boba que vengo detectando ya en demasiadas ocasiones, en demasiados espectáculos. Por supuesto: uno ríe cuando una comedia es buena, faltaría más. Pero tampoco es esa la cuestión.

La consigna parece ser: en caso de duda, ríe. Si no entiendes algo, si algo te desconcierta, ríe. No desvarío; constato un comportamiento inquietante que a su vez está relacionado con algo mayor, más grave. Porque en nuestra sociedad ya no es posible distinguir un telediario de un programa de variedades ni a nuestros gobernantes de la tediosa legión de cómicos que les caricaturizan en incontables programas televisivos. Se da por supuesto que todo es chistoso, todo motivo de befa: la ley, la guerra, la religión, la educación, la información. Y el público cada vez ríe más pese a que esta exigencia del humor cada vez tiene menos gracia. Volviendo a Santa Perpetua, cuando el argumento deja claro que aquello era, efectivamente, una historia de terror, se produce un silencio angustioso al cortarse de golpe las carcajadas. Jean Ray tiene escrito que la risa sardonia o sardónica no era sino la convulsión final de los rostros cuando, en la primitiva Cerdeña, se arrojaban las víctimas a la pira sacrificial. Pues eso.