Fernando Aramburu



Te han amenazado por carta o por teléfono. Tú callas para no inquietar a tus familiares; para que tus amigos, de pronto, no teman ser vistos a tu lado; para que la gente no piense que, si eres objetivo de la organización, algo habrás hecho. Quizá no respondas creyendo que, como te has significado en el amor a los hábitos y tradiciones de tu tierra, te habrán confundido con otro, que no puedes ser tú el destinatario. Pero un día vuelves a casa y en la sala, alrededor de tu mujer, hay tres chavales y tres pistolas. Está tan asustada que les ha ofrecido de beber. Y dan órdenes y te llevan. ¡Qué hermoso y verde es el paisaje! El tiro te lo dan en un muslo. Te dicen, como esperando agradecimiento, que dentro de lo que cabe has tenido suerte. ¿Qué haces? ¿Pagas o no pagas?