Francisco Javier Irazoki
Al poco tiempo, la democracia trajo deseos justos de recuperar los idiomas apartados por el franquismo. Como la intransigencia suele aprovechar bien los entusiasmos repentinos, entre algunos supuestos protectores del euskera no faltaron las desmesuras. Tachar los letreros viales escritos en español fue una de sus tristezas culturales preferidas. Con palabras borradas cerraron las mentes. Su desafecto hacia otras lenguas era la prueba de la insinceridad con que defendían la propia; vi que usaban esa aventura para llenar el vacío íntimo. Nos lo tomamos con paciencia. Al cumplir años he perdido convicciones. Una de ellas sigue conmigo y sé que va a acompañarme hasta los últimos días: quien ama un idioma ama todos los idiomas.