Fernando Aramburu



Estaban tranquilos con sus flechas, sus bisontes y sus ritos hasta que llegaron los pendones, la cruz, la pólvora, la viruela. Los más indómitos son sin duda los comanches, pueblo aguerrido, diestro en el robo de caballos. El virrey manda un vasco a sojuzgarlos, Juan Bautista de Anza, siglo XVIII. Anza se adentra en los yermos de la Comanchería con un puñado de desharrapados. Su misión: diezmar de varones las huestes de Cuerno Verde. Curiosamente sus respectivos padres murieron en contiendas similares. Acontece el esperado encuentro, con la particularidad de que Anza no es Custer ni sus soldados de cuera el Séptimo de Caballería. Anza gana y España olvida dedicarle un par de estatuas. Al nacionalismo vasco no le encaja el héroe. Ni siquiera lo conoce. Y Cuerno Verde, acorralado en un barranco, cae con hombría, ignorante de la inmortalidad con cagadas de paloma que da el mármol.