Fernando Aramburu



No hay por qué presuponer que los jóvenes europeos lo ignoren, pero por si acaso conviene repetírselo. Hasta no hace mucho, la historia del continente aprovechaba sobre todo a las aves carroñeras. Los voraces y oscuros pájaros trabajaban a destajo para limpiar de carne humana los campos de batalla. Se daban en pueblos y ciudades espectáculos curiosos como el hambre, la servidumbre, el analfabetismo, las ejecuciones públicas o la peste. Es improbable, mientras perdure la especie humana, que nuestro planeta conozca la sociedad ideal en paz perpetua. Pero, puestos a fomentar la convivencia democrática entre ciudadanos de variados orígenes, lenguas, confesiones y costumbres, juraría que la Europa actual constituye un espacio bastante acogedor. No quito razón a quienes le imputan fragilidad militar, pérdida de protagonismo internacional, falta de visión y proyectos a largo plazo, etc. Seguro que tampoco los fabricantes de guillotinas o las aves carroñeras están contentos.