Ignacio García May



Asqueado estoy de escuchar a mis colegas repetir que la cultura lo va a pasar fatal cuando llegue el PP. ¡Coño! ¿Es que acaso lo está pasando bien ahora? ¿Es que el PSOE y los otros partidos son inocentes de la catástrofe cultural que tenemos encima? ¿Acaso no encabezan los ayuntamientos socialistas la lista de morosos? ¿Es que en los feudos culturales de la izquierda no hemos visto mil y un casos de caciquismo, nepotismo, incompetencia en la gestión? Cada cual puede creer lo que quiera y votar a quien le de la gana, faltaría más. Pero quien diga que la cultura es de izquierdas y que se pone automáticamente en peligro con la presencia de la derecha está mintiendo. En tiempos de Aznar algunos se reían muy satisfechos de sí mismos diciendo que el modelo cultural del PP lo representaba Norma Duval; pero aquí, en Madrid, el alcalde Gallardón no dudó en poner al frente del teatro Español a Mario Gas pese a que ambos son ideológicamente opuestos. Entonces, ¿a qué viene la monotonía de la cantinela? ¿Es producto del miedo, del servilismo, de la torpeza, del oportunismo, o, sencillamente, del abismal analfabetismo político que es común en eso que paradójicamente se conoce como el mundo de la cultura y que debería rebautizarse como el mundo de la ignorancia?

Si vamos a salir de esto, y la cosa está cada vez más difícil, no será repitiendo mamarrachadas de pancarta sino sustituyendo la tradicional animadversión de unos españoles hacia otros por una estrategia de colaboración y de sensatez que ignore tanto ego ofendido como parece haber por ahí y se centre exclusivamente en la calidad de los espectáculos y en la honradez de las gestiones.