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Opinión

Lo comercial

Por Ignacio García MayVer todos los artículos de 'Portulanos'

9 septiembre, 2011 02:00

Ignacio García May


En los últimos veinticinco años ha cambiado mucho la forma en que se hace y se consume el (mal) llamado cine comercial: desde los medios de producción -filmación digital, el infame y omnipresente 3-D- hasta la ubicación y comodidad de las salas. Las películas de este tipo tienden a la mediocridad repitiendo ad nauseam todos los tópicos de género, pero hay en ellas, en las mejores y en las peores, una sistemática voluntad, siquiera superficial, de vincularse, argumental y estéticamente, a la actualidad inmediata, de dirigirse, en suma, al público de hoy. Las películas de superhéroes, por ejemplo, han hecho más por popularizar el concepto de genética que Craig Venter.

El teatro comercial de hoy no sólo no ha cambiado respecto al de hace veinticinco años sino que se sigue pensando, y haciendo, como el de hace setenta. Incluso los títulos son frecuentemente los mismos, y si no, se les parecen. Los actores siguen comportándose como Noel Coward o Conchita Montes pero sin su estilo y su elegancia, lo cual es todavía más grave. En esas obras no es que no se hable de genética; es que la realidad contemporánea está completamente ausente, no ya desde el punto de vista argumental, que es lo de menos, sino también desde el estético y narrativo. El último cuarto de siglo, sencillamente, no ha tenido lugar. Pero en la temporada que se abre prolifera ese tipo de espectáculo como no se había visto desde hacía años. Dado que el pánico económico acosa a la profesión, las compañías han decidido jugar sobre seguro. O lo que creen, erróneamente, que es jugar sobre seguro. Porque lo cierto es que las recaudaciones tampoco justifican el empeño en tanta antigualla, ni ayudan a salvar la industria.