2011. El año del tijeretazo
Lo mejor de 2011: Editorial
30 diciembre, 2011 01:00Ilustración de Raúl Arias
Culmina un año de gran agitación en la Casa de las Siete Chimeneas y empieza 2012 con preocupantes recortes presupuestarios y una nueva estructura ministerial.
La creación literaria ha sido notable este año que termina, con más luces que sombras, pero el mercado editorial ha sufrido en general dramáticos descensos de ventas que en el caso de alguno de los grandes grupos ha rondado el 40 por ciento, a pesar de ambiciosos lanzamientos. Los sellos independientes sobreviven sin la holgura de otros años, y, aunque siguen surgiendo editoriales minúsculas, muchas temen por su supervivencia ante las incesantes devoluciones de las librerías y la sospecha de que los nuevos responsables culturales pueden aplicar también las tijeras a las ya menguadas subvenciones. Mientras, el e-book siendo siendo más una posibilidad que un activo sustancioso para la mayor parte de los editores, dado que se está multiplicando la piratería en la red.
Ha sido un año complicado para el mundo del arte. Sobrevivir fue la única consigna para muchas galerías y centros. Problemas políticos y presupuestarios han afectado al DA2 de Salamanca, que acaba de anunciar más recortes, al Patio Herreriano, al Esteban Vicente... La elección de lo mejor del año por parte de nuestros críticos demuestra que no siempre lo más caro es lo mejor. La muestra elegida está organizada por uno de estos centros de bajo presupuesto y mínimo equipo: Jeff Wall desbanca a los grandes. Y en la guerra por los visitantes, que mantienen los tres museos de la capital, el Prado pierde por primera vez y aumentan las entradas al Reina Sofía (con tres exposiciones en nuestra lista de las mejores) y al Thyssen-Bornemisza, cuya muestra de Antonio López ha batido récords. Eludir la presión política en un año de elecciones es taparse los ojos, pero quizá estén en Cataluña y sus instituciones los movimientos más burdos.
La crisis ha puesto al desnudo el sistema de distribución teatral de nuestro país, integrado por teatros dependientes casi en su totalidad de los ayuntamientos. Éstos, azotados por la falta de presupuesto, en muchos casos no han pagado siquiera sus deudas contraídas con compañías teatrales que se han visto obligadas a cerrar. El sistema exige una reforma inminente. Se dan situaciones paradójicas, como que una obra de éxito no pueda girar porque los teatros no puedan contratarla. Por otro lado, 2011 ha sido el año del relevo en los teatros nacionales, siguiendo un proceso más o menos abierto de selección.
Grandes conciertos y montajes operísticos han aliñado un año de escasez presupuestaria. Mortier ha perdido abonados, pero sigue incorporando socios importantes a su proyecto de mecenazgo. El Liceo ha vuelto a confiar en las coproducciones, el Palau de les Arts de Valencia y el Teatro de la Maestranza de Sevilla han aguantado los recortes y León, Palencia y Cádiz han empezado a descentralizar la programación del CNDM. Mientras cuatro orquestas españolas celebraban su vigésimo aniversario, la de Extremadura ha sido la primera en caer en bancarrota. Y todo hace pensar que no será la única.
En el enésimo año en que Almodóvar y Torrente se reparten la tarta de espectadores del cine español, el Premio Nacional de Cine ha reconocido el talento de un francotirador como Agustí Villaronga y el Festival de San Sebastián concedió su Concha de Oro a Isaki Lacuesta. Fenómenos que reflejan el empuje y la diversidad del cine español, cuya representación institucional se ha visto alterada este año por sucesivos relevos (Carlos Cuadros en el ICAA, Enrique González Macho en la Academia), asombrosamente pasivos ante los recortes que se ciernen sobre festivales como los de Valencia o Gijón.
El año científico ha sido muy movido, y nunca mejor dicho, pues los experimentos con neutrinos en el CERN suizo podrían marcar un antes y un después. La ciencia nacional no despega: somos la novena potencia mundial en trabajos publicados pero sus resultados no tienen impacto. Ahora que de la Ciencia no ha quedado ni el rótulo habrá que esperar del nuevo gobierno que apruebe la convocatoria del Plan Nacional de I+D, del que depende el futuro de nuestros investigadores.