Fernando Aramburu



El miedo no es propiedad exclusiva del hombre. ¿Qué animal con dos dedos de frente aceptaría cambiar su condición por la nuestra si conociese la persistencia, la intensidad, las infinitas causas y versiones del miedo humano? Yo, si fuera ciervo o jabalí verrugoso, no. Cualquier miedo no induce a esconderse debajo de la cama. Los hay que estimulan la prudencia, el cálculo previsor, el empleo sensato de los recursos. Aunque incordian, cumplen una función benéfica de consejeros. Peores son los sobresaltos en plena noche, cuando aprieta la certeza del infortunio inminente, el nódulo hallado por casualidad en el cuerpo alimenta los peores vaticinios, nos amenaza gente armada o nos llena de miedo el propio miedo. El miedo determina la conducta del individuo, solo o en muchedumbre. Te avisa del peligro, genera reacciones de alarma y defensa, pero ay de ti si solamente consistes en el miedo que te colma.