Image: La sala pequeña

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Opinión

La sala pequeña

Por Ignacio García MayVer todos los artículos de 'Portulanos'

9 marzo, 2012 01:00

Ignacio García May


"Tuve mucho interés en abrir la sala pequeña, para autores contemporáneos", dice Mario Gas de su gestión al frente del Teatro Español en una entrevista publicada aquí hace un par de semanas. Supongo que lo cuenta para que le demos las gracias porque es el favor de siempre, el discurso que ha caracterizado en los últimos años a la mayoría de los directores estrella y a los programadores y gestores culturales que andan por ahí ejerciendo de amos del universo: los autores contemporáneos, ¡a la sala pequeña! Las salas grandes, los grandes presupuestos, las giras, la promoción gorda, van para los musicales (que ahora resulta que son, según Gas, lo que se debe hacer en un teatro público) o para el capricho anual de turno, un Shakespeare, un Tennessee Williams, cobrados a precio de teatro comercial pero con dinero público, por supuesto, y con la aquiescencia, además, de las autoridades políticas que correspondan.

Y si eres autor español y contemporáneo da gracias, ¡da gracias, hombre, no seas así!, de que te permitan estrenar en la puñetera, en la agobiante, en la odiosa sala pequeña de las narices. Total, lo que hacemos no da para que venga más público. ¿No es esa la razón de que nos encierren en la sala pequeña? Mientras estrenar los textos nuevos de los autores vivos y locales sea un favor, algo que se hace por obligación, por estadística, por cuota (¡Ay la importancia de las cuotas en nuestra sociedad!) y que hay que esconder en esa lóbrega sala pequeña, nuestro teatro no podrá ser grande. Por cierto: a los dramaturgos suelen gustarnos los espacios pequeños; pero cuando somos nosotros los que elegimos.