Fernando Aramburu.

Desde joven ha sido lector papeludo; pero, a su edad, lo inquieta que el tren del progreso parta sin él. En consecuencia, ha adquirido un erida. Así pronuncia, con solapado rencor, el anglopalabro eReader. Lo incomoda la idea de parecer antiguo. Se queja en privado del chisme porque no lo puede oler como olía antes los libros tradicionales; porque, aún nuevo, lo tiene sucio de mugre digital; porque las azafatas lo obligan a desconectarlo durante los despegues y aterrizajes; porque si aprieta demasiado fuerte pasa varias páginas de golpe; porque añora en la estantería su cosecha de lecturas; porque no se puede alejar más de cuatro horas de un enchufe; porque los autores no le pueden escribir dedicatorias; porque ya trabaja todo el día delante de una pantalla. Su insatisfacción no le impide proclamarse entusiasta de los avances tecnológicos. Sin embargo, ha sido visto frecuentando a escondidas una librería.