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Opinión

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Por Agustín Fernández MalloVer todos los artículos de 'Ctrl+Alt+Supr'

13 julio, 2012 02:00

Agustín Fernández Mallo


Vistas las 2 primeras temporadas -únicas hasta ahora disponibles-, de la teleserie de moda, Juego de tronos, basada en la homónima novela (1996) del estadounidense George R.R. Martin, y cuya trama se desarrolla en una incierta época de resonancias medievalistas, he observado que: 1) es una acertada combinación entre, El señor de los anillos, Yo, Claudio y la revista El jueves, 2) es ideal para ilustrar clases de climatología a nivel de curso intuitivo, 3) todas la mujeres son -literalmente-, putas, y las pocas que no caen en esa categoría son brujas o lelas, 4) en tales reinos -juntos ocupan extensiones más grandes que Europa y Asia-, no hay una sola mujer gorda, 5) la mitad de los hombres son obesos y sucios, 6) allí las mujeres no se operan los pechos pero sí se depilan y el botox facial les pesa más que sus propias cabezas, 7) todos hablan inglés menos un escaso número de bárbaros que habitan las áridas tierras del Sur -cuyo idioma es una sucesión de cacofonías-, 8) el mundo es gobernado -literalmente-, por los niños, mejor dicho, por varones preadolescentes que, no obstante, aún maman; y por un enano, 9) como en El hombre y la tierra, el lobo es el mejor amigo del hombre, y 10) la integración gay está naturalmente inscrita en la sociocultura del momento pero la pulsión lésbica ha sido borrada de la faz de la Tierra.

Pero ojo -y éste es el chiste-, tengo para mí que la indeterminada temporalidad en la que se inscribe Juego de tronos no es otra cosa que el futuro.