Fernando Aramburu



El ser humano tiende de suyo a agruparse. En todas partes y épocas buscó y buscará identidad, protección, emociones, en el abrevadero colectivo. Dispone de opciones innumerables: el clan familiar, las gradas del estadio, la comunidad religiosa, el área lingüística, el país o el pueblo concebido como raza. Su naturaleza grupal, dejado atrás el mono originario, no tiene por qué estar reñida con el sosiego ni con el principio elemental de que todos los hombres debieran respetarse. A veces, sin embargo, el instinto de pertenencia se exacerba. El extraño adquiere entonces condición de enemigo y el fanático, enfurecido, se apresura a cocinar sus caldos nacionalistas con la receta de costumbre: la violencia, el autoritarismo que busca la uniformidad a todo trance, la sustitución del pensamiento singular por la simplificación de los símbolos. Borges afirmó que el patriotismo es la menos perspicaz de las pasiones. Quizá se quedó corto.