Marta Sanz



El mes pasado estuve en México. Mi estancia coincidió con la "protesta" de Peña Nieto como presidente y las calles del D.F. tomadas por policías formados en tortuga... Escritoras como Lolita Bosch, con su proyecto Nuestra aparente rendición, o periodistas como Sanjuana Martínez luchan por erradicar la violencia en un país, cuyos desaparecidos y muertos se cuentan por millones, y que, para algunos, vive en un estado de guerra no reconocida.



En este contexto, en el que los narcotraficantes se balacean los unos a los otros y el dolor es algo más que un daño colateral, el cineasta español Antonio Méndez Esparza ha rodado Aquí y allá, premio de la Semana de la Crítica de Cannes, un filme donde se habla de otra violencia: la violencia sistémica que padecen los mexicanos emigrantes a USA. Méndez Esparza dibuja el drama con un depurado naturalismo poético, punzante en su sencillez documental y en su retrato de interiores: el hombre, que ha regresado a casa, toca para su esposa y sus hijas una canción, ellas ríen con vergüenza, y la mujer le da un billetito en pago por la música; la madre pare otro bebé y el padre ha de abonar los medicamentos, buscar donantes de sangre para cubrir los gastos; las hijas hablan de sus recuerdos apoyadas contra una pared azul: el padre vuelve a ser una ausencia y todo parece remoto...



Aquí y allá se desarrolla en un México donde identidad y libertad se destruyen cuando es imposible ganar un salario, y donde la patria es una estafa cuando no se puede ver crecer a los hijos. Violencia contra la vida y el amor que tiñe de pesadumbre -o de cólera- esos momentos de luz que, igual que Méndez Esparza, nos empeñamos en perseguir.