Marta Sanz



Algunas editoriales españolas se han comprometido con la literatura italiana. El desembarco de ciertas multinacionales de la cultura está en la raíz del fenómeno, así como la sensibilidad hacia un hueco en nuestro campo literario. Quizá fue Debate quien abrió la brecha con una joya de la literatura hipocondríaca: El mal oscuro de Giuseppe Berto. Aquí y ahora ya podemos leer desde el clásico Dante, encuadernado en piel de cerdo, al novísimo Ugo Cornia. De Verga y Lampedusa a Natalia Ginzburg, Goliarda Sapienza y Lorenza Mazzetti. De Gadda a Meneghello, Camilleri y Faletti.



En todo caso, hoy quiero concentrarme en la selección de Errata Naturae, una editorial respetada gracias a su propuesta ensayística, pero que se arriesga con tres narraciones que recorren de norte a sur la bota: La vida agria de Bianciardi; Dos noches, del guionista de Fellini, Ennio Flaiano; y Un granizado de café con nata de Alexandra Lavagnino, con posfacio de Sciascia. El Milán borrado de Bianciardi acoge una historia gris que impregna, con su sentido del humor escatológico y su prosa ácrata, la conciencia colectiva de varias generaciones lectoras; la Roma de Flaiano, sus periferias marítimas, son territorio para una reflexión metaliteraria y autobiográfica que va de los ovnis al sentimentalismo contenido de esa chica del cine -mezcla de glamour y caldo de pollo- que le dice a su acompañante: "Qué fea soy"; para Lavagnino, la verdad es inaceptable porque la civilización está corrompida, o tal vez porque la verdad, como acto violento, forma parte de una naturaleza humana que debe domesticarse para que no nos comamos las tripas los unos a los otros. Es Sicilia. Es el mundo.