Image: Yo, yo y yo

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Opinión

Yo, yo y yo

Por Ignacio García May Ver todos los artículos de 'Portulanos'

15 marzo, 2013 01:00

Ignacio García May


Absolutamente demoledora Málaga, la pieza de Lukas Bärfuss que se representa estos días en el renovado Teatro del Arte de Madrid. No puedo detallar su argumento para no estropearle la función a los espectadores que vayan a verla, pero sí quiero decir esto: lo que hace de la obra algo excepcional, un espectáculo de los que justifican y ennoblecen nuestro oficio, es que arremete contra el origen de la crisis que vivimos entendiendo que no es, que nunca ha sido, de naturaleza económica, sino moral. En un teatro como el nuestro, habitualmente tan poco interesado por la realidad inmediata, han aparecido de golpe doscientas producciones, mejores o peores, sobre lo malos que son los políticos y lo cruel que es el sistema económico. Que se enfade el que quiera, pero nuestra cultura refleja en ese análisis el mismo nivel de puerilidad ideológica que en todo lo demás.

Málaga, sin embargo, no trata de banqueros ni de políticos, sino del egoísmo feroz, inhumano, despiadado, sobre el que hemos construido el mundo en el que vivimos y del que ahora nadie quiere hacerse responsable en una suerte de adanismo suicida. Los protagonistas, Vera y Michael, no tienen problemas económicos; pueden permitirse pagar mil euros a un desconocido para que haga de canguro de su hija durante un fin de semana. Lo que no pueden, lo que no quieren ninguno de los dos, es pasar ellos ese fin de semana con la niña, ocupados en el mantra cansino del derecho a la propia felicidad y de las obligaciones laborales presuntamente ineludibles, que en realidad no esconden sino un malsano y en última instancia letal enamoramiento de sí mismos. Imprescindible.