José Saramago, J.M. Le Clezio, James Joyce e Isabel Coixet



Hoy mismo comienza en Bogotá su Feria Internacional del Libro, con Portugal como país invitado y Saramago como estrella invisible. Me cuentan que el ataque que sufrió hace unos días su fundación en Lisboa ha acentuado el interés de los bogotanos por el autor de Ensayo sobre la ceguera, aunque la ausencia de autores vivos como Lobo Antunes esté frenando el entusiasmo por una literatura menos ajena de lo que parece y desde cuyo idioma, como afirmó Vergílio Ferreira, "se ve el mar". Menos mal que, a falta de portugueses celebérrimos, quedan otros invitados de excepción, como el nobel J.M. Le Clezio, el siempre polémico Günter Wallraf o Cees Nooteboom...



Una simple conjunción es la responsable de un sonado escándalo monetario-literario. El Gobierno irlandés quiso homenajear a James Joyce con la emisión de una moneda conmemorativa en la que figuraba una cita del Ulises en la que, ay, se ha colado un "que" ("that") erróneo que no existe en el texto original. No parece gran cosa, pero los expertos en Joyce, a los que a puristas no gana nadie, han montado tal cisco que el Banco Central de Irlanda ha pedido disculpas públicas y ha anunciado su propósito de devolver el dinero a quien haya adquirido alguna de las 10.000 monedas emitidas. ¿Le importaría aquí a alguien que pasará algo similar con nuestro Cervantes?



Isabel Coixet no deja de producir. Además de ser noticia estos días en el Festival de Málaga por la presentación de Ayer no termina nunca, la cineasta dirigirá en Inglaterra la película La librería, basada en la novela de Penelope Fitzgerald de la que estos días Impedimenta edita su octava edición. Al proyecto, coproducido por el Reino Unido y Alemania, sólo le falta fijar el reparto, que se ultima en Los Ángeles. Ah, en la trama no faltan fantasmas y ocupa un lugar importante la polémica edición de Olympia Press de la Lolita de Nabokov...



Quería despedirse el maestro Vladimir Ashkenazy de la Orquesta Sinfónica de Sídney con una gira europea, pero la crisis sigue haciendo estragos y ha terminado ahuyentando también a gestores alemanes y rusos. Al parecer, sólo los billetes de avión suponía un desembolso de 500.000 dólares australianos (unos 400.000 euros). Y eso sin incluir las propinas de los conciertos...