Arcadi Espada

Mi mujer me grita de pronto:

-¡Deja de gritar de una vez!

Dejo de hablar, como al que de pronto le quitan el aire. Ni les ado ni el sexo ni el dinero. Solo Kepler 62f. El Times trae esta noche las nuevas hazañas de ese telescopio Kepler que está barriendo los fundamentos de la experiencia humana como ninguna otra cosa en nuestro mundo. Cenábamos y se lo estaba contando. Al parecer me he puesto a gritar como un hombre del campo. Pero no puedo evitarlo. Cada tanto Kepler deja sobre la mesa sus nuevos descubrimientos. Este, a tenor de los que lo enfocan, es el mejor planeta que ha descubierto. Mejor se entiende en referencia a la Tierra. Es decir, el más parecido. Aún no se atreven a hablar de Earth 2.0. Pero está al caer la marca registrada. Kepler 62f está a 1.200 millones de años luz de la tierra. Esto, quiero escribirlo, supone que yendo algo, un hombre, una masa, a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo tardaría 1.200 años en llegar allí.

Bien: no hay duda de que se tomaría su tiempo, pero al menos es una cifra que puede pronunciarse. La existencia de una tierra (más o menos) a tan poca distancia, en términos infinitivos, refuerza la evidencia lógica de que el conjunto de moléculas que forman El Cultural deberá repetirse en algún lugar y en otro y en otro. Pero eso es lo de menos. Lo sustancial, cuando ya podemos ver a 1.200 millones de años luz, es infinitamente más grave y profundo que la existencia de los universos paralelos, al fin y al cabo una relativa banalidad, si se piensa. Lo grave es que el hombre ha perdido pie. Y es en esta constatación cuando grito.