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Relaciones públicas
Por J.J. Armas Marcelo Ver todos los artículos de 'Al pie del cañon'
17 mayo, 2013 02:00J.J. Armas Marcelo
Una vez uno de estos mindundis expertos en relaciones públicas me llamó por teléfono para explicarme que lo que yo había dicho esa mañana por la radio había que ponerlo en duda; que él sabía que yo no sabía lo que parecía saber y que estaba dispuesto a enseñarme lo que sabía a cambio de su simple cercanía conmigo. Y de la mía con él. A este mindundi, que lleva ejerciendo de relaciones públicas de lo políticamente correcto(sumisión ante el patrón; ataque indiscriminado a los más débiles, y a los que no son de los nuestros) y de policía del mundo intelectual, hace rato que se le están viendo por todos lados las costuras de su impostura: la de querer ser crítico de la cultura sin romper siquiera un cristal de la vajilla. Sólo relaciones públicas, galletas de limón para los amigos, para los que son de los nuestros, y azufre infernal para los que no son amigos sino sospechosos de querer quitarnos la poltrona.
Vale lo mismo lo que digo para la llamada crítica literaria. A un crítico literario, con el que se puede no estar de acuerdo en sus criterios, lo echan de un medio cultural importante porque, después de leer una novela de un niño mimado de ese mismo medio, lo que hace es darle un palo. Simplemente porque le parece, con toda honestidad, que la novela es mala. Resultado: a la calle. El llanto por el golpe serio del crítico todavía resuena en los valles culturales. ¿De cuántos críticos literarios puede decirse lo mismo? De pocos. Hay un pacto tácito en este país para que la polémica y el debate no tengan lugar en ningún sitio, y para matar al mismo tiempo a todo aquel díscolo que disienta del discurso político-intelectual de los nuestros.
Y, nosotros, ¿los versos sueltos, los francotiradores, los díscolos sospechosos de todos los crímenes y lapidaciones? El otro día se me quejaba un amigo de otro porque éste le había visto hablar con otro amigo, éste último de derechas, y el primero de todos le había reprochado duramente que hablara con aquel reaccionario. A esto le llamo yo sectarismo, sobre todo cuanto el policía izquierdista es capaz se sentarse con Rajoy o con Aznar y con algunos de sus hombres, y eso consta, para venderle miles de los muchos de los libros invendibles que publica no como editor, precisamente, sino como lo que venimos en llamar "relaciones públicas", una especie de horror corrupto que sin embargo en esta España de la corrupción total se ha vuelto intocable. Yo lo dijo Tamara Rojo, que va por libre porque puede hacerlo: "En la cultura también hay corrupción". Y tanta. Y silenciarlo es de expertos en relaciones públicas, esa bazofìa mafiosa y mediocre que nos inunda .