J.J. Armas Marcelo



Para mí Gay Talese es un héroe de la palabra. Convertir en literatura de primera una crónica periodística, sin que esa escritura deje de ser periodismo de primera pero sea también literatura de la mejor, es una heroicidad sólo en manos de prestidigitadores de la palabra. Cada una de las crónicas de El silencio del héroe (Alfaguara, 2013; traducción de Damià Alou) es como comerse un bombón de chocolate: sentir el placer estallando en el velo del paladar y llenar la boca entera de esa sensación de éxtasis, mantenido de principio a fin por una estética verbal tan completa como certera. Y ese chocolate no lleva dentro, ni posteriormente, el ataque de mala conciencia que siempre trae el buen chocolate, sino que le dan ganas al lector de ponerse él mismo a escribir alguna crónica de su vida o de alguna otra vida que creyó vivir o, tal vez, de alguna vida de la que supo y nunca se atrevió a escribir. Ya la lectura lenta de Retratos y encuentros (Alfaguara 2010) era una gran tarta del mejor chocolate y, desde luego, Honrarás a tu padre fue un regalo de lujo para cualquier lector avezado. Personajes, situaciones, tiempos, secuencias, ciudades, experiencias: un cóctel único que Gay Talese ha convertido en eterno tras conseguir ese género nada neutro que se llama "nuevo periodismo". A mí, con toda franqueza, me parece mucho más escritor, mucho más profundo, y mucho más fotográfico, y desde luego mucho más histórico y veraz que Tom Wolfe, a quien se considera el semental literario de ese género que parte, ya se sabe, de Truman Capote. En El silencio del héroe, cada una de las crónicas de Talese provoca en el lector la sorpresa del descubrimiento, una epifanía escrita por quien no sólo tiene qué contar sino sabe cómo contarlo y en qué instante exacto debe situar al héroe de cada uno de sus silencios ante la plaza pública llena de lectores. Ya me pasó con Vida de un escritor (Alfaguara, 2012): que la intensidad de la escritura de Talese impide dejarla un rato; que esa misma intensidad quita el sueño en lugar de producirlo; que lo que cuenta y cómo lo cuenta resulta tan interesante para el lector que el mismo lector, por muy despistado que esté, se da cuenta que tiene en sus manos una joya de la literatura contemporánea, escrita por un resistente que sabe en cada momento donde está la llave y qué lugar del fondo del mar. Para quienes hayan visto algunos episodios de Los Soprano por televisión, inspirada en Honrarás a tu padre, los libros que vengo en recomendar se convertirán una a uno en necesarios para seguir leyendo a Talese y a quienes dibujan los secretos de un género al que muchos han matado hace tiempo, aunque Talese, entre otros, demuestra que goza de buena salud.



Otro de esos héroes que sobreviven en la crisis del periodismo como si no fuera con ellos se llama Rory Carroll y acaba de ver publicado en español su libro Comandante. La Venezuela de Hugo Chávez (Sextopiso Ediciones, 2013), con prólogo de Jon Lee Anderson, que escribió en The New Yorker hace un par de años una crónica excelente sobre la Torre de David, ese micromundo creado en la locura del centro de Caracas, una suerte de mini-estado con sus propias leyes y su propio modo de estar en aquel mundo convulso. Carroll quiere ser un relator objetivo y, por regla general, lo consigue, pero una y otra vez nos dice una de las verdades generadas por al chavismo: es difícil sustraerse al imán o, por el contrario, es difícil no vomitar ante la corrupción del sistema. El caso es que el muerto de quien sus compatriotas hicieron un "santo" por unos días sigue dando mejor literatura y periodismo que la herencia que ha dejado a sus herederos. "El corazón de la patria", así llamaban a Chavez en todo el país, en la capital, en el interior y en el litoral, está en el gran reportaje de Carroll como si cada palabra nos remitiera a un fotograma y en el fondo estuviéramos al final convencidos de que lo estamos es viendo una película, imaginando un país y un jefe que interviene en todo, a pesar de demostrar, como ha sido trágicamente, que era nada más y nada menos que un ser humano. He leído un par de veces el libro de Beatriz Lecumberri La revolución sentimental, escrito con la condición de la verdad que es muy difícil mantener en un contexto tan pasional como el venezolano. Y ahora este Comandante de Rory Carroll viene a corroborar mi idea del "proceso": fue tal vez, pero ya no es, se fue con é..