Agustín Fernández Mallo



Es un asunto recurrente en estas fechas, la Feria del Libro parece generar más miedo que respuestas. Me estoy refiriendo a la -desde hace más cinco décadas anunciada- muerte de la novela. Los escritores de la novela culta, es decir, el género que en el siglo XX y lo que llevamos de XXI hemos llamado literatura a secas, se quejan de que sus libros ni son consumidos por el lector ni están bien atendidos por las promociones en el mercado. Y en parte tienen razón. Pero el problema no es que se lea menos novela culta -no nos engañemos, siempre ha sido minoritaria-, sino que otra clase de escritura, antes llamada folletinesca y ahora llamada "bestsellera" le ha robado el nombre a aquella. En efecto, una de las características de la mayoría de los bestsellers es que pueden ser leídos en voz alta sin detrimento de su contenido ni detrimento de la comprensión por parte del oyente. Por eso no pertenecen al género de la novela. Una novela es un tipo de escritura sujeta a unos mecanismos de complejidad y construcción tales que impiden la oralidad, o si no la impide desde luego la hacen penosa y difícil. De modo que lo que ocurre es que se confunde el relato oral puesto por escrito con la novela. El mercado mete todo en el mismo saco. Bienvenidos sean los relatos orales puestos por escrito, y bienvenido sea que vendan millones de ejemplares porque ello permite a las editoriales seguir financiando a escritores que escriben novelas, pero desde luego tales libros poco tienen que ver con la novela. Algo similar ocurre con el ensayo, subsumido por una "no ficción" en la que tanto cabe el último libro de reiki analfabeto como las obras completas de Zizek, por decir algo.