Image: La marca

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Opinión

La marca

13 septiembre, 2013 02:00

Ignacio García May

Durante la dictadura, Franco hizo todo lo posible por identificar con el régimen los símbolos nacionales. Evidentemente España no era suya, pero cuando llegó la democracia ni el PSOE ni el PP hicieron nada por aclarar la falacia; antes al contrario, como para llevar a cabo sus principales marrullerías políticas necesitaban la connivencia del caciquismo separatista de provincias, prefirieron eludir la cuestión para no molestar a sus muy melindrosos socios. Y así, poco a poco, y en un proceso claramente orwelliano, empezó a borrarse la idea de 'españolidad' de nuestro lenguaje político y cultural porque quien no lo hacía quedaba pública y automáticamente deshonrado como reaccionario y antidemócrata. El daño que se hizo a nuestro país es aterrador. Para variar, la complicidad del mundo de la cultura resultó fundamental. Sucede que buena parte de la calamidad que vivimos en nuestro ámbito específico proviene de esa cobardía a la hora de defender una idea común de nuestra cultura, sobre todo comparado con la actitud inequívoca de Francia, Inglaterra, Alemania o EEUU. El gobierno actual, atado por las mismas deudas políticas que los anteriores, ha dado la puntilla a la cuestión al inventar la Marca España. No hay redaños para defender España como cultura, pero admitimos el término reconvertido en etiqueta comercial. Chúpate esa: la privatización de la identidad nacional. La Marca España es un cascarón vacío que le sirve a los de siempre para seguir haciendo caja, pero no va a preservar nuestra cultura. Tal como están las cosas, a partir de ahora, en vez de gritar ¡Gibraltar español!, habrá que decir ¡Gibraltar, Marca España!