Fernando Aramburu

Los cromos del cinéfilo



Bienaventurado aquel que alimenta algún tipo de entusiasmo hasta el final de sus días y tiene a cualquier edad la disposición y, claro está, la aptitud de reflexionar con sosiego, con hondura, sobre sus pasiones favoritas. Me da que Eugenio Trías fue uno de esos raros hombres que aciertan a cultivar con discernimiento el placer. Accedió a compartir, mediante la escritura, seguramente en sus clases, a las que no tuve ocasión de asistir, dosis generosas de razonable, de provechosa felicidad. Como los colegiales de mi infancia, que clasificaban, ordenaban, cuidaban meticulosamente sus colecciones de cromos (de animales, de futbolistas, de lo que fuera), Eugenio Trías hizo lo propio hasta la última respiración con sus venerados directores de cine, sus películas y actores predilectos, sus series de televisión. Con parecida fuerza amó la filosofía y la música. Hay un punto de niñez afortunada en los afanes del sabio