Arcadi Espada

Riquer era un gran lector de novelas policiacas y las que prefería eran las de Agatha Christie, y entre ellas El asesinato de Roger Ackroyd: supongo que porque en ese libro la pérfida dama le ganó la partida y hasta el final no supo quién era el asesino. Apenas hay que subrayar lo que tenían en común las novelas policiacas con el trabajo del medievalista: hay que descubrir la verdad, sea crimen o filología. Existen, por escribir en binario, dos grupos de artistas. Unos se dedican a ilustrar la vida (ellos dicen que la crean, en su general e insondable pedantería). Otros la descubren, reconstruyéndola en palabras, con paciencia, trabajo y genio. El Riquer que va zurciendo la trama perdida de la vida tiene una obra maestra, que es uno de los más grandes libros de la literatura española. Se trata de Quinze generacions d'una família catalana. No ha sido traducido al castellano. ¡Vergüenza de Castilla y Cataluña! La familia es su familia y la novedad que guardara, no solo las cartas que recibía, sino también los borradores de las que enviaba, desde el siglo XVIII. Es cierto que se trataba de una familia aristocrática, bien asentada en el mundo; pero respecto a la memoria estas dos cualidades no son una garantía. Hay familias cuya aristocracia es la incuria. Riquer me decía que si muchas otras familias hubieran hecho lo mismo nuestra visión del pasado sería diferente. Sin duda. Y lo más importante: nuestro presente lo sería. Los mitos y falsificaciones colectivas son también el resultado del silencio sepulcral de las generaciones. Riquer presumía de que en Quinze generacions... no había evitado anotar los capítulos desagradables. Sin embargo, no quiso explicarme en detalle cómo y en qué fiebre perdió su brazo derecho. Pedía tiempo.