Image: El cisne

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Opinión

El cisne

18 octubre, 2013 02:00

Ignacio García May.

En el mundo de la economía se ha puesto de moda, desde hace algún tiempo, la teoría del Cisne Negro de Nassim Taleb. Lo que dice Taleb no es en absoluto nuevo, si bien creo que es la primera vez que un economista adopta la idea. En esencia se trata de esto: operamos en nuestras vidas bajo el espejismo de que conocemos las reglas del juego y tenemos información suficiente para hacerlo, pero lo cierto es que la mayoría de las veces no sabemos casi nada de lo que nos rodea. Peor aún, nuestra información está tan cercenada, tan adulterada, que sólo induce a confusión. Sin embargo, y al creerla fiable, establecemos una prepotente rutina en torno a ella, dando por hecho que eso nos conferirá seguridad. Por supuesto, cuando llega lo inesperado (el Cisne Negro) no estamos preparados para recibirlo y nuestra capacidad de respuesta se colapsa de inmediato. Los economistas, dice Taleb, siguen hoy haciendo las mismas cosas que les han llevado al desastre porque son incapaces de entender esa rueda. Es, por cierto, y aunque no haya aquí espacio para profundizar en ello, el viejo tema del heimarmene, el destino griego en su sentido estricto. Sucede que incluso en nuestras presuntas originalidades acabamos siendo previsibles, y se está viendo en el arte en general y el teatro en particular: todas estas obras que se están haciendo sobre las maldades del sistema creen ser comprometidas y audaces y revelar cosas importantísimas y escandalosas, pero sólo son la respuesta previsible ante la apariencia del mundo, y por tanto su efecto real sobre el espectador es inexistente, ya que se limita a contarle lo mismo que creía saber cuando entró en la sala.