Image: Glamur underground

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Opinión

Glamur underground

1 noviembre, 2013 01:00

Marta Sanz

Por La semana de la Risa de Bilbao pasaron este año Nazario y Crumb. Pilar Adón y yo conversamos sobre un lema extravagante que, como buen pie forzado, se llenó de sentido: Cuando el glamur es underground. Pilar habló de Stella Gibbons y Penelope Fitzgerald, yo de Jane Bowles y Dorothy Parker. Cuando el glamur es underground suena a oxímoron -hielo ardiente-, aunque margen cultural y reacción al mainstream desde sus orígenes se forren de terciopelo y se llamen Velvet underground. Almodóvar en Pepi, Lucy, Bon... y Laberinto de pasiones representa la fractura iconoclasta y la simbiosis del lumpen con la sofisticación que caracterizan el underground. Sin embargo, a menudo este movimiento queda reducido a marca: el glamur es underground cuando el brillo de lentejuela se clava en la pupila biempensante como la navaja de Un perro andaluz, pero lo más frecuente es que de la corriente contestona y subterránea sólo quede el glam. Como esa mala hija monísima que entra en vereda, se echa novio y saca las oposiciones.

La vida y obra de Dorothy Parker -para ella, la Inmaculada Concepción era "Combustión espontánea"- ejemplifican glamur, underground e incluso punk como cuando su perro se mea en la recepción de un hotel: "¡Miss Parker, mire lo que ha hecho su perro!". "He sido yo", contesta Dottie. También en Dos damas muy serias (Anagrama) Jane Bowles activa un corrosivo sentido del absurdo sobre esa línea que une al sombrero loco de Carroll y a Groucho Marx: Pacífica, puta mulata, y la señora Copperfield se bañan desnudas. Pacífica tiene una pupa en el labio y su pubis chorrea. La señora Copperfield la mira con arrobo y se deja sostener en el agua. Puro glamur. Puro underground.