Cuando era estudiante corría una malicia sobre las reseñas literarias, según la cual, como los dos primeros párrafos suelen estar dedicados a contextuar al autor y a la obra, y el último a atemperar el juicio o a preparar un colofón lírico, bastaba con ir directo al tercero para saber lo que el crítico de verdad "pensaba". Un buen reseñista (al menos en sus mejores días) se desempeña de manera distinta, pero la parodia sirve para detectar criticastros y señalar un peligro que sobrevuela a cualquiera que debe constreñir sus ideas a un número establecido de palabras: como necesite mucha carrerilla para arrancar tendrá que sacrificar buena parte de lo que se le ocurra sobre su asunto.



Ninguna de estas restricciones de espacio debería afectar a los blogs de crítica literaria más que como hábito heredado, o si se quiere, para emular formalmente el prestigio de las reseñas en papel. Basta con un cálculo en bruto para concluir que esta libertad de espacio debería propiciar maneras distintas de aproximarse a los libros.



Desde la ciudad sin cines es uno de los blogs más innovadores que he leído. David Pérez Vega publica poemas y crónicas de sus viajes, pero la parte del león se la lleva su interés por la literatura en lengua castellana, y el trato sostenido con autores latinoamericanos como Bolaño, Lebrero, Rey Rosa, Piglia, Saer o Zambra. Pérez Vega es ajeno a los aspavientos formales, aquí la originalidad radica en cómo aprovecha el espacio para pasearnos por las "rutas" que desembocaron en una lectura determinada: ¿por qué este autor y no otro? ¿desde cuándo le interesa? ¿cómo han influido el comentario de otro colega o una recomendación? ¿cómo se llega de un libro a otro?



Sería una faena que el RER (Reseñista con el Espacio Reducido) incluyese estas respuestas en su texto, pues desplazarían lo más sustantivo de su trabajo: transmitirnos la magnitud del libro que le ocupa en la constelación literaria a la que aspira a integrarse. Pero para alguien que escribe con gusto, que no se dirige a una comunidad ya establecida por la revista o el periódico que lo amparan, que para dotar de coherencia su trabajo debe elegir con cuidado entre una inmensidad de opciones los títulos de los que va a ocuparse, y que apenas cuenta con su propia determinación para animarse a continuar (otro de los logros del blog son las listas periódicas de "propósitos de lectura" y su evaluación pasado un tiempo) el interés por estas cuestiones parece del todo pertinente.



Una aclaración final: en el rastreo de estas rutas apenas encontramos trazas de esnobismo (ya saben: un fondo de ruinas romanas, la penumbra de una dacha, el cielo púrpura); lo que David Pérez Vega pone en juego son unas antenas especialmente sensibles para captar las señales que emiten los autores que no hemos leído, y nos invita a reflexionar sobre un aspecto clave y a menudo desatendido de nuestra formación como lectores: los azares y las convicciones que nos llevan a escoger unos libros por delante de otros.

Keep calm

Por logros merecería un página doble, pero lo cierto es que en L&L, que tanto echamos de menos, al novelista Luis Magrinyà apenas le dio tiempo a escribir tres reseñas, suficientes para sacudir la retórica del género. Magrinyà escribe como un anfitrión que confortablemente sentado en su butaca empezase a repasar uno por uno, sin respeto alguno por las prisas del oyente, los subrayados del libro que sostiene entre las manos, referidos a los personajes, la estructura y la edición… Despojadas de ambiciones teorizantes y pruritos taxonómicos el trío de reseñas de Magrinyà brilla por una capacidad casi alienígena de reparar en aspectos que si bien no siempre son decisivos suelen revelarse como intrigantes, por su suave sentido del humor y por una inteligencia que cuando menos te lo espera te suelta cosas como ésta: "Una de las cosas que más me gustan de esos relatos con protagonistas eliminados o desparecidos en la mitad es la pérdida de estatus que infligen al héroe. De pronto nadie es centro de nada y la historia de uno se revela incompleta porque es siempre también la historia de otros, y porque cuando se nos cuenta algo siempre se nos está contando además otra cosa. Intuimos que el mismo hecho de que una historia tenga un protagonista es una engañifa".