Image: El estilo neuronal

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Opinión

El estilo neuronal

14 febrero, 2014 01:00

Arcadi Espada

En unas agradables jornadas organizadas por la Fundación Manuel Alcántara sobre el columnismo (que contaron con la feliz asistencia del maestro), Manuel Vicent y yo discutimos sobre el estilo. Decía él, subrayando su virtud, que el gran estilo es el que permite reconocer al autor por una línea. Decía yo que su envés es que, dado el factor de la imitación, cualquiera puede ser Umbral, como se ve a diario. Salvo para los especialistas, no es fácil reconocer un texto de Orwell. Él fue la antítesis del estilo mandarín que dejó sentenciado Cyril Connolly. Y no lo fue solo en sus artículos, sus crónicas o sus cup of tea. Lo fue en uno de los grandes libros del siglo XX, tal vez el que mejor lo contiene y lo representa, el impresionante 1984, que llaman novela porque qué vas a decir, pero que tiene la intención, la condensación y el vuelo alegórico de un poema, uno de los más perturbadores de la literatura universal. 1984 es un excelente ejemplo de ese estilo inimitable; pero inimitable de veras porque desde Vicent en Málaga sabemos que el estilo inimitable es el más fácil de imitar. El verdadero estilo inimitable no se la juega en las palabras de una en una ni en las metáforas más o menos sorprendentes que la organicen ni en las frases previstas o repetidas, sino que trata a las palabras como neuronas: unas células poco diferenciadas, sin mayor valor eufónico ni deudoras de cualquier otro rasgo estético, cuya virtud y expresión vienen dadas por las relaciones que establecen entre sí, es decir las sinapsis. Como las sinapsis no se pueden observar a simple vista, y hacen falta aparatos analíticos muy sofisticados, el común dice de prosas como las de Orwell que son resultado de un estilo transparente. Las palabras se ven, al contrario que las ideas. Toda la obra de Orwell, y singularmente su altísima cumbre de 1984, es un triunfal intento de desmontar esa física del estilo.