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Opinión

Pasión

4 abril, 2014 02:00

Ignacio García May

Ignacio Amestoy y Juan Carlos Pérez de la Fuente estaban destinados a encontrarse encima del escenario: ambos comparten la preocupación por comprender esta realidad extravagante llamada España. Pérez de la Fuente hizo de su periodo como director del CDN un permanente homenaje a la gran dramaturgia nacional del siglo XX: Buero, Nieva, Jardiel, Max Aub. No olvidaré nunca el impacto que me causó ver La Fundación. Amestoy ha indagado con su teatro en todos los rincones de nuestra historia. Como periodista, diría él, que al fin y al cabo es su otro oficio. Periodista, añadiría yo, pero de aquellos que se empeñan en conocer la verdad, no de los que simplemente vocean las versiones oficiales de sus medios. ¿Qué otro dramaturgo español contemporáneo puede presumir de haber diseccionado a Lope de Aguirre, Samaniego, ETA, la Pasionaria y los Borbones, construyendo así una imponente crónica de la identidad nacional? El encuentro ha resultado dinamita; porque Dionisio Ridruejo, una pasión española, es de esos espectáculos que cortocircuitan sin contemplaciones la versión de buenos y malos en que la corrección política ha convertido nuestra posguerra civil. No hay aquí biografía al uso, sino que Ridruejo sirve para repensar la peripecia de quienes, alineados a primera hora con la Falange desde planteamientos utópicos, se descubrieron luego traicionados por el corrupto pragmatismo del régimen y evolucionaron hacia la democracia. De algún modo, este espléndido espectáculo conecta con la excelente Transición de la temporada previa en su voluntad de hacerle honor al apellido de la institución donde se representa: el CDN hace memoria.