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Opinión

Minimicro

18 abril, 2014 02:00

Ignacio García May

Como ayer no tenía nada que hacer y en el Museo Arqueológico había una cola de tente y no te menees, decidí aceptar una invitación para asistir a la presentación de un nuevo espacio teatral madrileño. Se llama El Armario de Dos Cuerpos y yo pensaba que se trataba de una metáfora, porque esta gente del teatro es así, pero resultó que no, que la cosa era literal: la sala mide dos por dos. Ahora bien, tengo que decir que la madera está barnizada con un gusto exquisito, y el espacio cumple con la normativa de seguridad porque por una puerta se entra y por la otra se sale. El público se acomoda en las perchas, lo cual está muy bien pensado porque así se impide que los espectadores se duerman durante la función. Es que si lo hacen, se caen. El director, un tío joven, del tipo hipster comprometido, nos explicó la programación, que promete ser de primera: van a poner Las Comedias Bárbaras en versión monólogo, luego un circo de pulgas húngaras, buenísimo, y finalmente colaborarán con el Festival Madrid Grunge, programando lecturas dramatizadas de jóvenes autores como Bretón de los Herreros, el Duque de Rivas y Juan Eugenio Hartzenbusch (éste me suena que es argentino, pero es que el teatro contemporáneo tampoco lo sigo mucho). La sala goza de otra ventaja, y es que hay una parada de autobús a sólo nueve kilómetros. Bar no tiene, pero en la puerta de al lado hay un pakistaní que vende cocacola de esa embotellada en Polonia a buen precio. Hablando luego con el hipster me comentó que tenía pensado abrir pronto una sucursal. Se va a llamar La Caja de Cerillas.