Fernando Aramburu

En los años ochenta aún sonaba en casa del escritor el tecleo de la máquina de escribir. Tener fax en el salón era la cima del bienestar. A los que residíamos en el extranjero nos parecía glorioso llegarnos a la estación del tren a comprar algún periódico de nuestro país natal, periódico que llegaba con un día de retraso, así y todo con novedades. Hoy se me figura que nos encontrábamos en las postrimerías de la Edad Media, cuando aún existían las distancias. Ahora mismo, internet es a buen seguro el factor de transformación social más potente que existe. Influye de forma radical en los hábitos de las personas, al tiempo que multiplica sus posibilidades de intercomunicación. Nos ha hecho libres y más fácilmente controlables, nos da enormes ventajas y nos expone a innumerables peligros. A veces pienso que se llama red porque nos tiene a todos atrapados.