Image: Exijo mi presente

Image: Exijo mi presente

Opinión

Exijo mi presente

30 mayo, 2014 02:00

Gonzalo Torné

De todos es sabido que el auge del futbol como espectáculo masivo ha supuesto un trasvase de metáforas y de símiles provenientes del juego que se aplican a la política, a la literatura o a la ciencia. En la medida que las series televisivas son el género artístico más popular del momento es inevitable que se produzca una invasión parecida: se habla de "spin-off" cuando un escritor le da protagonismo a un personaje empleado como secundario en una novela anterior (un recurso del que se valió Homero hace casi tres mil años), y ya he escuchado comparar al director artístico de un teatro con un showrunner.

Así que tarde o temprano la palabra estrella, el imbatible spoiler, tenía que introducirse en los foros de la Red dedicados a literatura. Se ha empezado a instituir el hábito de avisar en los comentarios cuando se acercan spoilers, y de ocultar el texto si se avanza un aspecto de la "trama".

Estas precauciones son más comprensibles cuando se trata de una novedad, pero me ha descolocado leer amargas recriminaciones hacia dos internautas que habían desvelado dos suicidios célebres: el de Anna Karenina y el de la señora Bovary. En ambos casos se afeaba la desconsideración de fastidiar el final (un final relativo, porque después de la muerte de Anna, a Tolstoi todavía le quedaba cuerda para escribir ciento cincuenta páginas más). Y cuando uno de los "indiscretos" se defendía alegando que eran libros muy conocidos (por no decir que cuesta mucho conversar de manera adulta sobre El Rey Lear disimulando que no termina del todo bien), le cayó la previsible lluvia de improperios por elitista, arrogante y snob.

Tampoco hay que dramatizar, pero la anécdota indica que existe un segmento de lectores cuyas expectativas de lectura están influidas por los códigos establecidos por las series. Uno de los efectos más seductores de verlas es que la "experiencia" no tiene nada de museístico, tampoco se trata de la interpretación de una obra que se escribió o se compuso en el pasado, transmiten algo de la magia de una jam session: una música que se forma en directo delante de nuestros oídos, en una circunstancia única y efímera (aunque en buena medida se trata de una "ilusión" propiciada por la manera de ver y comentar el capítulo en "comunidad").

Tengo la sospecha de que cuando los lectores trasladan la lógica del spoiler a la lectura de novelas clásicas están reclamando su dosis de presente, de la emoción que se desprende de un proceso (de lectura, de audición, de visionado) que nadie experimentó antes. Están reclamando algo así: "claro que sé que Jane Austen escribió hace casi doscientos años, y que me lo perdí, por quién me toma; claro que sé que esta novela la han leído varias generaciones antes, y también sé que se han escrito cientos de artículos y otros libros que interpretan y valoran al detalle los personajes y la trama, pero quiero revivir la emoción de los primeros lectores, simular que me lo están contando aquí, ahora, por primera vez, para mí".

¿Así fue?

Le llaman God's Eye View (que podría traducirse como "La mirada del ojo divino" o "El punto de vista de Dios") y se trata de representar cómo debió "verse" el Edén, el diluvio universal, la separación de las aguas del mar Rojo o la crucifixión de Jesús desde las alturas divinas. Sus creadores han trabajado con imágenes extraídas de Google Earth, convenientemente retocadas. Uno de los aspectos más frustrantes del pasado es su invisibilidad; a medida que retrocedemos en el tiempo los restos visibles del pasado empiezan a escasear: apenas unos cientos de fósiles como garabatos en los estratos geológicos o una tenue radiación agitándose al fondo del universo. Si God's Eye View resulta tan fascinante, además de por su valor estético, es también porque se las arregla para disfrazar estas imágenes del tiempo presente (adquiridas y exhibidas con una tecnología recientísima) como si fueran ventanas abiertas a un pasado remoto, en parte mítico, y ya irredimible.