Fernando Aramburu

Mira cómo se afanan por prolongarse más allá de sí mismos, cuando la naturaleza les haya reclamado los átomos que les prestó. Mira cómo tratan a toda costa de perdurar en la ficción de una vida eterna, se agarran a utopías o depositan su última esperanza de perpetuarse en ideales colectivos transmitidos a hombres futuros: la lengua, la nación, los usos tradicionales, la cultura. Mira cómo siguen concibiendo hijos para que la sangre propia herede los frutos acumulados, para que no les quede en el trance postrero la amargura de haber vivido en vano; hijos que tomen el relevo del apellido, que corran un tramo con la antorcha genética. Y luego resulta que el nene les sale distinto, homosexual, discapacitado, homicida. Mira entonces si el infortunio les abre los ojos a la compasión y la templanza, a formas más sabias de la dicha; si por fin los vuelve humanos.