Gonzalo Torné

Una de las características más relevantes y definitorias de los nuevos movimientos artísticos parece lo sencillo que es darlos por muertos. Con una velocidad alarmante, a veces menos de una década, una escuela o un movimiento que se presentaba como el futuro inapelable de su disciplina empieza a dar muestras (o alguien se encarga de señalarlas) de desgaste.



Este parece ser el caso del Net.Art, un movimiento artístico surgido al amparo de la Red, y que se definía tanto por la inmaterialidad de sus obras, como por su negativa a circular por galerías y museos. Además de los argumentos habituales (arte como moda, exigencia de novedades constantes) es inevitable pensar que esta dimensión "política" del Net.Art ha jugado un papel en esta crisis precoz: pues museos y galerías, críticos y universidades han correspondido con una indiferencia similar a la recibida, situando al movimiento en una vía muerta.



Como suele suceder con estas tesis tan generales (nacimientos, anuncios de hegemonía y muertes) el fragor efectista de los titulares oculta los movimientos individuales que dotan animación y valor a la realidad. Tanto es así que el siempre inquieto New Museum de Nueva York puede presumir de una considerable trayectoria "exponiendo" arte pensado por y para la Red. En un estupendo artículo escrito para que al lector le entre hambre de averiguar más Marina Galperina (editora de @ANIMALNewYork) alertaba sobre el trabajo de una decena de artistas imprescindibles cuyo nervio político se mantiene vivo y disconforme.



Después de ver el trabajo de Greg Leuch, de Lorna Mills o de Rollin Leonard cuesta sumarse a la creencia de que el Net.Art está en fase decadente. Ciertamente, uno podría secundar la idea que al incorporarse al circuito de exposiciones se traicionan las ideas "políticas" que fundaron y animaron el movimiento, y que tal vez sería conveniente cambiar de nombre para señalar que estamos en una nueva fase donde las obras siguen siendo "inmateriales", aunque los autores se desentienden del pulso fundicional con los circuitos de "exposición" Aceptada la enmienda, está por ver cuanto empuje "político" se ha perdido con esta concesión. En otro artículo ya señalé que lejos de parecerme una gran audacia política, lo que se dirimía con las reticencias del Net.art ante las instituciones era quién manda en la escalera y no tanto cómo la organizamos para que funcione mejor. Un asunto más relacionado con el poder que con la política. Como mucha de nuestra literatura actual que pasa por "política" porque expone un crítica vaga y previsible al "capitalismo" o el "mercado", el Net.art se procuraba con este gesto una suerte de certificado del buen disidente, donde las intenciones generales del movimiento puntúan más que los logros particulares de cada obra.



Visto de esta perspectiva el Net.Art estaría soltando lastre, renunciando al aplauso a priori, listo para adentrarse con ideas y lenguajes propios en territorios arriesgados, sin el apoyo de una teoría general más o menos simpática, más o menos de izquierdas. Antes que moribundo el Net.Art parece agitarse dentro de un capullo algodonoso a la espera de ver en qué se transforma esta vez, cada vez. Está pegando el estirón.

Fuera de la Red

Parece inevitable que sea cual sea su ideario o su contenido el medio donde mejor puede prosperar y propagarse un arte nuevo sea la Red. Aquí es donde confluyen la mayoría de las novedades en las distintas disciplinas, atiendan a la creación, al debate o a la comercialización. Por eso sorprende que una de las ramas más innovadoras e inquietantes del arte contemporáneo, el Bioarte, al adoptar como material de trabajo el tejido vivo, alterado por la biotecnología, parece imposible que la red pueda apropiársela. El Bioarte se mueve entre cuadros pintados con bacterias hasta cultivos en la piel del propio artista. La única rendija que se me ocurre para incorporar a medio plazo al Bioarte es el debate abierto entre los practicantes sobre si se limita el término para las obras dónde participa el tejido vivo o si se amplia para cualquier obra que incluya un comentario crítico sobre las relaciones entre la sociedad y la biotecnología. Por fortuna, como la discusión se dirime fuera de la jurisdicción de esta sección, por una vez podemos esperar a que se aclaren ellos antes de decir la nuestra.