J.J. Armas Marcelo

En tiempos de crisis, regresan los intelectuales, los "abajofirmantes" de toda la vida. En épocas más felices, los intelectuales firman solos, cada uno por su lado, sus criterios sobre lo divino y lo humano. Hay incluso intelectuales muy escandalosos cuando no mandan los suyos que guardan un silencio sepulcral cuando se trata de hacer méritos para ganar una canonjía durante un buen tiempito. No voy a hacer hincapié alguno en qué es un intelectual, a estas alturas del desprestigio del término, la palabra y sus muchas semánticas, pero quiero fijarme hoy en las declaraciones "conjuntas" firmadas por intelectuales hace unos días con motivo del peligro secesionista de Cataluña. En las redes sociales no se celebró el primero de esos documentos, encabezado por Vargas Llosa, sino que fue tildado por algunos meapilas de izquierdas como un documento generado y firmado por intelectuales de derechas. El segundo, titulado Una España federal en una Europa federal, viene y es de las izquierdas varias y tradicionales que pululan por la vida política española desde hace muchos años.



Bueno, diré que soy federalista desde antes de la Confirmación y que siempre me asombró que el felipismo no caminara, con todo el poder en sus alforjas, hacia un Estado Federal, tal como siempre proclamó en tiempos de la oprobiosa dictadura de Franco y ya en la democracia antes de llegar al poder. De modo que diré también que me identifico mucho más con el segundo documento, aunque sea de izquierdas, que con el primero. Sin embargo, tengo la impresión de que los dos dicen cosas intelectual y políticamente interesantes para esta sociedad maltrecha de hoy. Quienes siempre hemos pensado que el federalismo es la gran solución histórica de España, también hemos pensado que es muy difícil, si no imposible, que los nacionalistas provincianos de este gran país que llamamos España acepten de una vez esa solución, con todas la variantes y negociaciones que se quiera. Eso sí, y aquí me pongo en el otro lado, con luz y taquígrafos transparentes, y no con una conversación de notables que se atribuyen el pasado, el presente y el futuro de dos países, o tres, o cuatro. Ahora los catalanes han tomado la delantera a los vascos. Los catalanes nacionalistas han sido siempre el hueco de España, tal como dijo Ortega y Gasset desde siempre, unos snobs que creen que el pasado es el futuro y son capaces de sacrificarlo todo por el sueño de la secesión y la independencia. Hay un riesgo, que temo como ciudadano español y europeo de pleno derecho: que los arreglos se hagan a escondidas del país entero, que se vulnere la Constitución vigente, que no se tenga en cuanto qué es exactamente, por muy débil que sea nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho. En las firmas de derechas y de izquierdas de los documentos de hace unos días hay muchos nombres de políticos de ayer y de hoy, de modo que están los dos trufados por gente que, sin duda, es partidista y obedece a la conciencia colectiva. Y ya lo decía Ortega, una es la moral del ciudadano y otra, a veces tristemente bien distinta (y eso lo digo yo, para que no me atribuyan tantos inventos como me atribuyen unos y otros) la del político.



El ciudadano tiene una visión de las cosas que el político no suele tener en cuenta y el político tiene casi siempre una visión de las cosas y de la política que casi nunca coincide con la de los ciudadanos en general. ¡Qué decir de la élite de los intelectuales! Ya se sabe que los hay de todo pelaje, incluso y sobre todo de falso pelaje (son políticos profesionales que se disfrazan de intelectuales en un momento determinado y sólo en esa circunstancia). He buscado las firmas de los políticos en esos dos documentos, que en el fondo -aunque no tanto en la forma- delatan las mismas preocupaciones. Hay muchas. He buscado también las firmas de los intelectuales, o de los que a mí me parecen intelectuales, en el más amplio y alto sentido de la palabra tradicional. Hay pocos. El compromiso intelectual es una cosa y el compromiso político es otro: que un intelectual se comprometa políticamente es de lo más normal. Ahora bien, que un político -sea de la secta partidista que sea- se comprometa intelectualmente, aunque sea en un asunto tan político como éste, es raro y hasta asombroso. Hay, pues, preocupación. Expresa preocupación. Ya era hora.