Image: Animales

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Opinión

Animales

10 octubre, 2014 02:00

Marta Sanz

Por estas fechas mi barrio se llena de galgos de costillas hundidas, huidizos, temerosos de la mano que va a acariciarles. Han sido rescatados de una muerte espantosa: colgados de una rama con las patitas rozando la tierra. Con mi sufrimiento pequeñoburgués sufro por perros abandonados que persiguen a niños que no van a llevárselos a casa. Animales cada día más sucios y alejados de la posibilidad de que el milagro se produzca. El maltrato animal me revuelve el estómago porque muestra esa violencia tan humana, aparentemente gratuita, que proviene de una disfunción social ante la que se aprietan los ojos y que se trasmuta en crueldad hacia los seres indefensos.

La náusea y el dolor se escriben. Yo también humanizo a los animales: vi muchas películas de Disney. Incluso Ratatouille. Tengo gatos y experimento el orgullo de sentirme elegida por ellos. Notar que me dominan. Natsume Soseki sabía mucho de estas cosas. También los editores de libros de la resistencia que han rescatado Penas de amor de una gata inglesa de Balzac y Vida y opiniones filosóficas de un gato de Hippolyte Taine. Paloma Díaz-Mas acaba de publicar un libro imprescindible para los felinofílicos: Lo que aprendemos de los gatos. Los animales dulcifican al agrio y al tímido, y en literatura funcionan como extrañados puntos de vista. Metáforas para expresar muerte, desamparo, sadismo, esterilidad no deseada o fertilidad irresponsable... El supremo acto de generosidad o de violencia que implica el intento de civilizar al otro. Domesticarlo.

La comunicación con los animales es, en parte, una realidad y, en parte, una fantasía que da lugar a todo tipo de hipótesis y soluciones literarias. Como el parecido físico entre la mascota y su dueño que nos recuerda que en el mundo en que vivimos el escritor también es animal de compañía.