Pues se terminó el disimulo: los usuarios que fallecen son un problema. Así lo ha reconocido un altavoz importante de Facebook, Meredith Chin: "Estamos trabajando en ello. Es algo sensible y doloroso, ver a amigos fallecidos aparecer de repente puede ser doloroso. El problema es que todos los días muere gente: nunca podremos estar perfectamente actualizados".



Además del comprensible lamento por el irreverente desorden que la muerte supone para el espacio físico y emocional de los que quedan vivos, en la declaración de Chin asoma por primera vez uno de los dos problemas que para la red social suponen los usuarios fallecidos: en un espacio pensado en gran medida para celebrar, felicitarse y alardear la irrupción de la Dama Fría diluye el clima festivo. El otro contratiempo, más complicado de reconocer y que nos llevaría bien lejos, es que los muertos no tienen preferencias de consumo.



Sea como sea, hace unos meses comentaba por extenso la decisión de Facebook de no cerrar los perfiles de los usuarios a los que el colapso biológico ha "actualizado" de manera definitiva (y cuya cifra alcanza ya los treinta millones). Y aunque desde entonces se han introducido algunos cambios en la gestión, me parece más interesante dedicar hoy el espacio a indagar qué sucede al otro lado del espejo: entre los usuarios que siguen viviendo entre perfiles de difuntos.



Me apoyo en la estremecedora página que Marian Moya y Victoria Ennis han escrito al amparo de la Universidad Nacional de San Martín dedicada a los nuevos hábitos de duelo digital. Las historias que recogen van desde un grupo de estudiantes que ha convertido el Facebook de una compañera fallecida en una suerte de acopio de anécdotas como un intento de restituir su vida, hasta quien ha transformado un perfil en un centro virtual de oraciones donde rezar por un hombre atropellado; desde quien decide fotografiar el proceso de una enfermedad mortal para revertir y denunciar la ocultación social imperante, hasta quien toma nota del ritmo al que se reducen las felicitaciones de cumpleaños cuando los seres queridos dejan de "emitir". También nos encontramos con quienes suben fotografías del difunto, escriben poemas, se dan aliento mutuo, indagan en sus gustos para compartirlos o descargan abiertamente su frustración. El artículo da buena cuenta de cómo la alteración en el mundo virtual entre lo público y lo privado altera también la expresión del duelo.



Muchos de estos com portamientos pueden parecernos obsesivos, incluso obscenos, pero también desprenden una inquietante invitación a ser solidarios con la emoción que los alienta. Me han recordado un célebre relato El altar de los muertos donde Henry James explora, impasible, como los esfuerzos de dos personajes por no desprenderse de sus muertos los va alejando de los vivos y de su inagotable caudal de novedades. Por ajenos (e insanos) que nos parezcan estos 'altares' James se las arregla para transparentar algo que merece nuestro respeto: la batalla espiritual contra el olvido. O por decirlo en el idiolecto de Meredith Chin: una protesta ante la imposición de la muerte a que nuestros seres queridos no sigan "actualizándose".

Fantasmas en la red

Facebook ha introducido algunos cambios para mejorar sus "cuentas conmemorativas", pero es justo reconocer que Twitter le ha pasado por delante en esta peculiar carrera gracias a Live On. Se trata de un servicio que estudia "los gestos, el lenguaje, el tipo de tuits y la manera de escribir" del titular con la idea de seguir emitiendo y mantener "actualizándose" la cuenta. El primer tuit contenía ya toda una declaración de intenciones: "Dios no existe, los usuarios sí. Únete a la vida que hay después de la muerte". Menos tétrica era a primera vista la idea de If I Die que proponía a los usuarios preparar un mensaje pensado para publicarse en Facebook el mismo día del deceso. La iniciativa parecía inspirada en una películas de guión bien meloso, pero la insondable capacidad de exhibición del ser humano obligó a la compañía a emitir este comunicado: "No vale todo. Tenemos una política antisuicidio muy estricta".