Image: Vanitas

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Opinión

Vanitas

7 noviembre, 2014 01:00

Marta Sanz

Uno de mis temas habituales es el cuerpo como texto y el texto como cuerpo: las páginas se me llenan de metáforas que aluden al epigastrio, al líquido corporal, y hay personajes miniaturizados que corretean dentro del tímpano de otro personaje. Hay quien asocia ese protagonismo al hecho de ser mujer. Sin embargo, una de las experiencias más empáticas que he vivido en los últimos tiempos ha sido con el artista Fernando Vicente que acaba de recopilar en un libro, publicado por Roads Publishing, su serie de Vanitas, su Autopsia de la moda, su síntesis de lo bizarro -a la inglesa- con lo bello.

Mujeres de portada en poses elegantes, retratadas a través de la retórica visual del cómic, se levantan la piel y, en el extremo opuesto del gore, muestran su belleza oculta: la delicadeza del sistema venoso, la consistencia del corazón, los huesos de las caderas. Son muchas las cosas que me gustan del proyecto: el perverso afán coleccionista, la revisión del significado de la obscenidad, el efecto Blow Up -descubrir cuerpos sobre la piel de los mapas- y, sobre todo, la mutación del concepto poético, etéreo, de la belleza interior que se convierte en categoría matérica y quizá materialista. La propuesta de Fernando Vicente ni es higienista ni es espiritual. La belleza interior radica en la textura de los órganos, su coloración y la complejidad de sus conexiones. El cuerpo femenino se rompe, se abre, pero no sobre la tabla del carnicero: la exhibición se idealiza en lo interior y en lo exterior, y en su desvelamiento de la entretela es como si el artista lanzase una carcajada frente al comercio glamuroso de la imagen. Lo barroco, la utilización del género de vanitas, retumba contra los estereotipos estéticos del capitalismo y contra la vulgarización gore que se ceba en el cuerpo de las mujeres como fetiche.