Image: Multisalas

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Opinión

Multisalas

5 diciembre, 2014 01:00

Ignacio García May.

Primero fue el Macteatro, concepto que los seguidores de esta columna recordarán porque un servidor, siempre en vanguardia de la información, lo formuló aquí hace unos añitos, para solaz e instrucción de los amables lectores, y que definía la alarmante sumisión de las carteleras a la fiebre de las franquicias. Es lo que pasa con la cultura (la de verdad, no esa entelequia a la que le ponen cirios, probablemente negros, muchos de mis colegas), que uno, con perdón, caga lo que come, y por tanto es lógico que de una sociedad hecha picadillo emane un teatro-hamburguesa. Luego vino Cariño, He Encogido El Teatriño, que no es que sea una tendencia gallega, pero es que si no, no rimaba. Basándose en la ingeniosa idea de que, si la gente no llena las salas, lo que hay que hacer es reducirlas para que no se note tanto que sólo asisten cuatro monos, lo que estos espacios han hecho es engendrar microproducciones con miniactuaciones, semitextos, parapuestas en escena, y, sobre todo, infrapresupuestos y pseudocondiciones laborales, todo ello sorprendentemente aplaudido por la propia profesión. Lo cual, a su vez, ha traído consigo el auge del Teatro de Todo A Cien, también llamado El Drama Marca Blanca, que es el único que se puede hacer cuando uno pasa de trabajar en un coliseo a hacerlo en un ropero, y encima lo disfruta. Ahora, de cara al año nuevo, se anuncia una nueva tendencia: las Multisalas; que consisten en que, si no entras en una, te metes en otra, que lo mismo da, porque lo que importa es mantener la rueda en marcha, aunque sea cuadrada y fabrique un socavón en la autopista. Todo acojonantemente artístico, la verdad.