Image: Hay que zambullirse

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Opinión

Hay que zambullirse

5 diciembre, 2014 01:00

Arcadi Espada

El último libro de Lanzmann, que ha publicado Confluencias, muestra en la portada al Tuffatore, es decir, la célebre Tumba del nadador, en Paestum. La tumba del sublime nadador se llama el libro, que es una colección de artículos y ensayitos, la mayor parte escritos antes de que Lanzmann fuera Lanzmann, antes de Shoah, su obra maestra, y de La liebre de la Patagonia, sus tremendas memorias. En un prólogo vibrante y descarado, que está entre lo mejor del libro, Lanzmann explica por qué eligió a su nadador como título del recuento (La Tombe du divin plongeur en el original francés) y como lema de vida. Hay que zambullirse: "El lavado de cerebro generalizado", advierte, "y la domesticación meticulosa que son la norma, a día de hoy, de toda existencia, hacen que sean muy raros los candidatos a zambullirse".

No creo que en nuestra época la libertad sea un bien más escaso que en otras épocas. Hay dos recursos argumentativos tan usados como toscos: esto solo pasa en nuestra época y esto solo pasa aquí. Lo que no quita que en cualquier época haya sido y sea difícil zambullirse, y que los hermosos valientes tipo Lanzmann escaseen. Zambullirse es jodido, sobre todo, por el momento al que nuestro plongueur alude, cuando el saltador ya no está en la roca ni en el agua, es decir, el momento exacto del sublime nadador en Paestum.

Yo también salté, antes de que me lo prohibiese mi retina, y esos han sido los momentos de soledad más profundos de mi vida. Es fácil sacar conclusiones metáforicas de la zambullida. Sospecho que en el caso de Lanzmann alguien le enseñó a tirarse. Y a esa soledad. Fue su madre Paulette de Boully. A la oración fúnebre que Lanzmann pronunció sobre su tumba y que este libro incluye no puede ponérsele ninguna palabra que no sea suya. Amén y splash.