Opinión

2014. El momento de emerger

26 diciembre, 2014 01:00

Especial: Lo mejor del año

Siete años de vacas flacas.... ¿llegarán al fin las esperadas gordas? Al filo del séptimo año de crisis en el sector editorial, tormenta perfecta donde coincidió el derrumbe económico general y la irrupción del libro digital (y de los piratas), el año 2015 es una incógnita que ya sólo admite esperanzas. En 2014 los últimos datos hablan de una nueva caída del sector que rondaría entre el 5 y el 10% y, desde 2009, se ha esfumado la mitad de la industria, propiciando una inédita concentración editorial entre dos grandes grupos: Random House y Planeta. Las editoriales medianas apenas resisten mientras a las pequeñas, con el instinto de supervivencia en sus genes, les va algo mejor. Estos últimos doce meses han confirmado además la parálisis del ebook, el formato digital que tantas ambiciones despertó y que parece será aún minoritario muchos años. Y sin embargo, el descenso se ralentiza y el fondo roza ya los pies. Es el momento de emerger.

En las artes recordaremos el 2014 como el Año Greco, la ambiciosa conmemoración del 400 aniversario de la muerte de Doménikos Theotokópoulo, El Griego de Toledo. Así se tituló su mayor exposición, con 76 obras, y la más vista en España, ya que desfilaron por ella nada menos que 1.100.000 personas. Record total que se ha colado, además, entre las mejores exposiciones del año. También a Richard Hamilton, el artista pop de culto, lo celebró el Reina Sofía con una muestra gourmet. Y también Las Furias se enseñorearon del Prado. Ha habido también buenas exposiciones en los centros de la periferia y el IVAM valenciano abre ahora capítulo, una vez acabada la "era Císcar". Esperamos pacientes la apertura del Centro Botín en Santander, no tan pacientes la Ley de Mecenazgo (o sucedáneos), y expectantes el Pabellón Español en la Bienal de Venecia, con el triplete de artistas propuestos por Martí Manen.

Los escenarios siguen arrastrando un pesado lastre: el 21% de IVA. El sector confía en que se aligere porque la supervivencia está en juego. Entretanto, los cómicos siguen haciendo lo que saben y lo que aman: teatro. La cartelera aguanta bien el embate de las circunstancias: la hemos encontrado a lo largo del año cuajada de montajes brillantes tanto en el sector privado (que pelea como gato panza arriba con toda la inventiva posible), el público y, por supuesto, el alternativo, el más meritorio por su constancia y su talento. Mención especial para el maestro (habrá que llamarlo así) Miguel del Arco y su Misántropo. La música también se esfuerza por mantener el tipo. Nuevos formatos, más asequibles en todos los aspectos, van ganando terreno al concierto canónico. Buen ejemplo son el ciclo Bach Vermut del CNDM y los Conciertos Mini de la OCNE. Veremos si es una fórmula eficaz para forjar nuevos melómanos.

No hay que dejarse llevar por la euforia de los espejismos. La cuota récord del cine español la justifican unos pocos títulos (bajo la sombra de una comedia chistosa), si bien no hay que ignorar la sintonía que el cine patrio ha recuperado con el público, con títulos de género -La isla mínima, El niño, Mortadelo y Filemón...- realizados con una solvencia impecable. Al tiempo, en el territorio de las rupturas, Magical Girl ha sido la gran sorpresa, aupando a la gloria de San Sebastián a un joven dotado de un talento extraordinario como es Carlos Vermut. Y mientras los creadores no cesan en sus búsquedas, bajo un sistema de producción completamente polarizado -o se hacen grandes producciones o películas muy pequeñas, dejando poco margen para las producciones medianas que han conformado durante décadas el grueso del cine español-, el sector sigue esperando sacudirse la losa del IVA (imposible no repetirnos), las desgravaciones mil veces prometidas y los pagos de la deuda a las ayudas automáticas. Buena noticia, eso sí, es que el patrimonio fílmico esté por fin a buen recaudo

Un año de nombres en la ciencia española, que sigue hibernando esperando mejores presupuestos (quizá por eso el CSIC celebró con cierta sordina su 75 aniversario). Año de nombres pues para una investigación que mantiene su atonía, su diáspora silenciosa y su heroica resistencia a claudicar ante los grandes laboratorios europeos y estadounidenses. Vivimos con muchos interrogantes la polémica dimisión de Juan Carlos Izpisúa del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona y con bastante pena la marcha al King's College de Londres de Óscar Marín, que dejó en cuadro el Instituto de Neurociencias de Alicante. Más esperanzadora fue la iniciativa de Pedro Alonso, que inició desde la OMS la fase final para erradicar la malaria en Mozambique y la concesión del Premio Príncipe de Asturias de Investigación al químico Avelino Corma. Pese a todo, con sus luces y sus sombras, la sensación es de estancamiento, un paso necesario para volver a conquistar los puestos perdidos en publicaciones, ciencia básica y patentes.