Gonzalo Torné

Ni siquiera los analistas con más ganas de destacarse por la originalidad de sus matices y propuestas discuten que uno de los rasgos distintivos de la Red es la "conectividad", que no es otra cosa que la capacidad de poner en relación a dos personas (o a un comprador con una mercancía) por distantes que estén en el espacio. Hace unos meses comenté que entre las muchas ventajas que encontramos en la posibilidad de localizar libros o películas (comprándolas o pirateándolas) afloraba una consecuencia negativa: esta "disponibilidad" acababa con el placer que siente la imaginación al anticipar el contenido de películas que quedaban fuera de los circuitos de exposición locales.



Regreso a este tema después de que una buena amiga me riñera asegurándome que en cierto sentido la Red había amplificado, en lugar de restringirla, la posibilidad de imaginar anticipadamente el contenido de una ficción audiovisual. Y lo cierto es que basta con darse una vuelta por los foros que se dedican a comentar series para apreciar que gran parte de los esfuerzos de quienes allí escriben están orientados a la anticipación de lo que todavía está por verse.



Se trata de una tendencia que se incrementa al aproximarse el cierre de temporada, y que alcanza extremos febriles cuando se anuncia la clausura definitiva del título. Por poco que la serie esté sustentada en la intriga llega el delicado momento de "cerrar las tramas". Y dado que las series televisivas privilegian los giros argumentales y las transformaciones morales de los personajes (de ahí su regusto decimonónico), para muchos espectadores y críticos el desenlace constituye el momento decisivo, por el que se juzgará el conjunto, y cuyo veredicto incluso puede alterar retrospectivamente el valor de una narrativa que se ha prolongado años.



En la Red, el efecto de estas "anticipaciones imaginativas" (esto es: de montarse la película o una parte de la serie antes de verla) es igual que antes: al contrastar nuestro relato con el real corremos el riesgo de decepcionarnos. Y no deja de ser notable como se ha multiplicado la sensación de "fraude". Hace unos días leía como un fan le exigía a Steven Moffat (responsable de la decana Doctor Who) que le "devolviera" de una vez su serie.



Supongo que al efecto combinado de un seguimiento constante y la forma aparentemente abierta (en realidad, claro, los capítulos están ya rodados) de las series fermentan en el espectador este sentimiento de pertenencia y de co-creación, impensable durante la lectura silenciosa de una novela, con la que además no hay manera de "olvidar" que toda la narración está ya escrita e impresa hasta el desenlace, que no depende de nuestras deducciones.



Pero aunque nos "apropiemos" de estas ficciones, y juguemos a la "participación", lo cierto es que apenas somos invitados a los series. No son nuestras. Y si los guionistas no fuesen criaturas pacientes nos podrían decir lo mismo que le soltó Stravinski a un director que pretendía explicarle e imponerle cuál era el ritmo adecuado para interpretar sus obras: "Recuerde, señor mío, que no está usted en su casa".

Enmiendas

A diferencia del periodista deportivo que difícilmente participará en uno de los grandes acontecimientos que comenta, es inevitable que quienes escribimos sobre la Red nos veamos arrastrados de vez en cuando por lo que escribimos, más o menos "en frío". Aunque trato de llevarlo lo mejor que puedo todavía me fastidia que True Detective después de envolvernos en una atmósfera tan fascinante y de sugerir tantos desarrollos inquietantes desembocase en un sesión de catequesis y de reintegración social para varones descarriados. Por suerte la capacidad mutante de la Red pone a disposición del usuario remedios para los desajustes emocionales que provoca. Muchos de los "agraviados" por los guionistas pueden resarcirse en los foros dedicados a la "Fan fiction" donde se desarrollan relatos y finales alternativos de los "universos de ficción" que más nos gustan o nos decepcionaron. Igual me busco un pseudónimo y le enmiendo el final a la serie. Se va a enterar Pizzolatto, voy a redecorarle la casa entera.