Image: Una corriente de expresiones

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Opinión

Una corriente de expresiones

6 febrero, 2015 01:00

Gonzalo Torné

No falla: cada pocos meses alguien aviva el debate sobre la calidad de la información así llamada "digital". La controversia suele presentarse en un tono de darwinismo de estar por casa, siempre en el supuesto indiscutible de que lo digital y lo analógico están condenados a combatirse hasta que solo quede uno en pie. En este formato el debate suele ser un tanto general y ocioso en la medida que muchísimos medios digitales son proyecciones virtuales de las cabeceras de papel o de las emisoras con licencia.

No sé si se produjeron debates tan intensos durante los primeros años de convivencia entre la radio y el papel, o entre los periódicos y la televisión, disertando al estilo escolástico sobre si la información se asimilaba mejor a viva voz, leída, o acompañada de imágenes. En cualquier caso, nadie discute hoy que se trata de medios compatibles ni defiende que se que vayan a devorar hasta las raspas.

Más sentido tendría debatir sobre las diferencias de cómo nos llega la información cuando acudimos a "medios profesionales" y cuando nos nutrimos de información en Twitter. El asunto es bastante amplio, así que pensaba dedicar el capítulo de hoy a un error en el que suelen caer quienes critican la información "difusa" o poco "contrastada" que ofrece Twitter, y que pasa por confundir esta red social con un canal de comunicación estable que ofrece la misma información a todos los usuarios.

La realidad es que en Twitter cada uno elige a quién seguir y a quien ver, de manera que existen tantos "canales de información" como usuarios, y dada la variedad de intereses humanos ya se pueden imaginar la dificultad de valorar en general la calidad de la información que pasa delante de nuestros ojos.

Eso sí, hay ocasiones en las que la realidad impone una noticia que absorbe la mayor parte (siempre hay disidentes o despistados) del flujo de información nacional o internacional. Así como todos los telediarios de la zona abren con la misma noticia, los usuarios de Twitter parecen orbitar durante unas horas alrededor de una enorme masa de interés, ilusión o miedo que deja un poco en ridículo la magnitud de los modestos trending topic del día a día.

El último de estos fenómenos: la matanza en la redacción de Charlie Hebdo me ha hecho reconsiderar el que iba a ser el tema central del artículo. Quizás era un buen momento para contrastar la calidad de la "información" en Twitter (para bien o para mal: más inmediata, más condensada y provinente de cualquier parte) pero me dio la impresión de que lo que preponderó en Twitter aquellos días era la necesidad de expresarse: de no retener en el interior las emociones y las ideas. Una enorme corriente de expresión donde la información cabía, claro, pero como un flujo secundario. Los usuarios aprovechaban el espacio de sus cuentas para dar voces, como si estuvieran en la calle, sin intención de irse a casa hasta vaciarse o escuchar como se vaciaban otros. Iba a escribir: "como en una plaza pública" pero como la comparación podría llevarnos lejos mejor lo dejamos aquí.

El mapa de la comprensión

Supongo que existen diversas maneras más o menos fiables de "medir" la importancia de una noticia. Uno de los más espectaculares es el trendsmap.com que sitúa sobre un mapa del mundo los principales temas que están siendo "noticia" en distintas redes. Mientras escribo en España dominan "las collejas" que daba uno de los personajes interpretados por la actriz recién fallecida Amparo Baró. En Córcega se ocupan del político Renzi y en Inglaterra del tenista Berdych. En Francia se interesan por el febrero ya inminente, y en Alemania por Darfur. En Perth es noticia un tal Fitzgerald y en Melbourne la propia ciudad del Melbourne. El mapa sirve entre otras cosas para medir el alcance de los "impactos informativos", pero también para calibrar hasta dónde somos capaces de seguir los temas de interés en otros sitios. En consecuencia con esta idea, las noticias que dominan el mundo islámico y el Japón están escritas en sus alfabetos, casi como metáfora de nuestra lejanía.