Image: Chabroliana

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Opinión

Chabroliana

27 febrero, 2015 01:00

Arcadi Espada

Entre las cosas grandes de Filmin están sus chabrols, 23 si no he contado mal. Muchas noches, después de haber repasado el catálogo, acabo viciosamente enganchado a una de sus historias. Como en el caso de Carlos Gardel, cada día canta mejor. La última, hace una semana, fue Juste avant la nuit (Al anochecer). Reúne todo lo que me gusta de su cine. Las casas y vestidos sixties, la burguesía y el sexo. Y esa convicción de que la vida, en general, podría ir de otro modo. En lo mejor del mundo chabroliano parece regir un sistema de acuerdos que es al pacto social común lo que la mecánica cuántica a la física newtoniana. La película es también un ejemplo de esos finales postizos que Chabrol pone a disposición del convencionalismo con la despreocupación del que echa de comer a un perro: muchos de los últimos minutos de sus películas parecen directamente filmados por el Orden. Lo que no hace más que subrayar la brutalidad anterior.

El paso del tiempo ha provocado un fenómeno en su cine y es la atenuación del artefacto. Como sucede con los clásicos, la trama y sus servidumbres acaban evaporándose y quedan desnudos e inermes los temas. El principal, en su caso, los límites de jurisdicción de la moral burguesa. El desarrollo de esa clase social, su potencia avasalladora, su victoria frente al Aristócrata y el Hombre Nuevo, ha acabado por hacer sus movimientos más imaginativos y complejos. De ahí que se haya tragado sin inmutarse las toneladas de fotogramas dedicados a lo que se llamó crítica social, y que nuestro director no practicó. Cualquiera que lo conozca sabe que Chabrol jamás cruza la línea roja de lo verosímil, ¡porque no hay burguesía fuera de la verosimilitud! Pero sus películas parecen hoy, en fin, mucho más reales que cuando fueron filmadas. Algo que le habría hecho feliz, porque siempre quiso ser un espejo de virtudes.