Image: Diario y diario

Image: Diario y diario

Opinión

Diario y diario

27 marzo, 2015 01:00

Arcadi Espada

El diario es un género de la literatura, pero también una retórica. En su forma extremada y pura es un vano intento. Como el destinatario de las anotaciones solo es uno mismo, la cantidad de sobreentendidos hace indescifrable la lectura para cualquiera que no sea el que escribe. Todo aquel que haya probado del género sabe hasta qué punto resulta fastidioso y falaz aclararse a uno mismo los sobrentendidos. De ahí que el diario solo funcione como una convención: una forma de ir narrando la vida a un interlocutor que no se distingue del de la novela o el reportaje. Aunque cualquier ficción puede disponerse con esa carcasa, la convención requiere que el autor y el sujeto narrativo coincidan, porque el diario es una forma de la literatura no ficcional. Así pues, verdad y tiempo: ¡esas premisas low cost!

Sin embargo, y fruto seguramente de mi deformada profesionalidad, yo advierto en el diario una conexión inesperada que se describe en su homonimia. Diario y diario son dos cosas con el mismo nombre. Se supone que una describe la vida íntima y otra la vida pública. Pero a veces, leyendo un diario literario, se produce un raro y cautivador solapamiento entre las dos vidas, que fluyen sin aduanas. Son los diarios que prefiero. Así este último de José Carlos Cataño, La próxima vez (Renacimiento), y que se extiende entre los años 2004 y 2007. Influirá, sin duda, en su éxito sincrético que el autor sea cronista en los periódicos y disciplinado diarista. Muchas de sus entradas son microrreportajes sobre la vida de dentro, congelados en el tiempo. Pero también está la actualidad intempestiva que ha quedado. Sobre esa actualidad se produce un efecto seductor y convincente. El urgente titular de periódico queda deshuesado en un endecasílabo y la inteligente prosa de Cataño confirma mi sospecha sobre los maestros del oficio. Gente que habla en verso sin saberlo.