Image: Nadie es perfecto

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Opinión

Nadie es perfecto

3 abril, 2015 02:00

Marta Sanz

En la última escena de Con faldas y a lo loco, Jack Lemmon se quita la peluca y, después de rechazar la propuesta matrimonial de un viejo playboy con diferentes pretextos -"Fumo muchísimo"-, acaba gritándole "¡Soy un hombre!". Entonces su pretendiente contesta: "¡Nadie es perfecto!". Una sensación parecida -no exacta, una similitud inquietante- es la que experimento con mi amigo el escritor Luisge Martín. Nos conocimos en 1997, año de publicación de Páginas amarillas, y desde ese preciso instante Luis y yo descubrimos que no solemos estar de acuerdo en casi nada. Ni en política exterior. Ni en política interior. Ni en la calidad de ciertas películas. Ni en el tipo de hombre que nos atrae. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre la temperatura: él es de entretiempo y yo veraniega. Nunca hemos votado al mismo partido y probablemente no lo haremos jamás. Y sin embargo...

Da igual que Luis sea un hombre y yo no, o que yo fume mucho y él se haya hecho de la Liga antitabaco. Algo nos aproxima misteriosa y constantemente. Una simbiosis entre cariño y respeto. Una empatía poco razonable que quizá a él le lleve a creer que esta columna no es tan sentimental como a mí me parece. Desde esa morbosa discrepancia y ajenidad que nos une, desde el juego entreproximidad y lejanía, les recomiendo la lectura de La vida equivocada (Anagrama). A Luis le gusta indagar en lo que pudo haber sido, torceduras y escorzos; en el sentido de la peripecia y el carácter falsario de la aventura, la búsqueda de la felicidad; el sexo, lo bello y sus límites; la herencia como espejo deformante y los pigmaliones frente a los self made man. Tanto si suelen hacerme caso, como si no, en esta ocasión no pueden encontrar ni un solo argumento para no leer esta novela. Háganlo.