Image: Insultos y descalificaciones

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Opinión

Insultos y descalificaciones

17 abril, 2015 02:00

Gonzalo Torné

El insulto es un asunto inquietante. La propia Wikipedia no lo tiene muy claro. Existe cierto consenso en considerarlo como una palabra (o una asociación de ellas) "emitida" con la intención de ofender a otro individuo, el célebre "receptor"; pero aquí viene el problema fundamental: determinar con precisión qué es y qué no es un insulto: "pues está sujeto a los convencionalismos sociales y culturales", que son cambiantes y escurridizos.

Recomiendo visitar la página correspondiente a "insulto" en la Wiki aunque solo sea para echarle un ojo al apartado "mecanismo de creación de insultos en español" que según su desenfadado redactor es un método "muy productivo, y permite innovar en el antiguo arte del escarnio", y que consiste en "coger la tercera persona del singular en presente de indicativo de un verbo y pegarle un sustantivo en plural".

Quede dicho, por si le sirviese de ayuda a algún lector.

Por suerte para el asunto que hoy nos ocupa, el insulto literario, resulta más sencillo recurrir al efecto que suscita antes que a su "sistema de producción". Un insulto literario da en el blanco cuando el escritor se siente ofendido, es decir, casi siempre que se ponen reparos contundentes a su obra.

Obviamente la Red va llena de insultos (y uno diría que navajazos) de distinta profundidad y sutileza, que van mucho más allá de la exposición de "reparos". En muchos casos el principal reto del insultador pasa por evitar el ridículo propio en el que suele incurrirse cuando va corto de gracia, o se le aprecia el resentimiento, o la flojera.

Sin duda sería instructivo darse un paseo por los bajos fondos del insulto literario, pero esta semana prefiero dedicarlo a la alta esgrima de la mano de un gráfico de Lapham's Quarterly titulado Name Calling: un intrincado mapa de quién insulta a quién. El gráfico, muy selecto, y limitado a la tradición anglosajona, permite un ir y venir de insultadores e insultados entre los que encontramos mentes tan agudas como las de Wilde ("hay dos maneras de tener aversión a la poesía: teniéndosela o leyendo a Pope"), Coleridge ("el estilo de Gibbon es detestable, pero ese no es su peor rasgo"), Henry James (para quien toda la obra de Carlyle era "siempre la misma vieja salchicha, retorciéndose en su propia grasa"), Waugh, o el Doctor Johnson (aunque no recogen mi favorita: "debemos valorar con generosidad su idiotez, pues al ser inimaginable en estado natural, sin duda debe ser fruto de un gran esfuerzo").

Por divertidos que sean estos insultos echo de menos que alguien se anime con un mapa especializado de la descalificación. En otras palabras: en esa clase de ofensas cuyo objetivo es que el autor y la obra seleccionados como blanco pierdan crédito, autoridad y valor. Sospecho que si se elaborase con cuidado una historia de los textos animados por el impulso de dejar fuera de juego a un escritor que no hay manera de sacarse de la cabeza igual descubríamos una veta de sofisticadísimos juicios críticos (superiores a la rutina del elogio) derivados de la exigencia de conocer a fondo para así destruir de manera inapelable.

El lado "luminoso" de la piratería

El informe corre a cargo de una organización seria, el AGDI (The African Governance and Developemen Institute) y se aplica sobre una base lo bastante amplia (11 países) para que tomamos en cuenta sus conclusiones: la distribución pirata de "contenido cultural" parece suponer un estímulo para mejorar los índices de alfabetización en África. AGDI señala que "gracias" a la piratería se desplaza en estos países un flujo de material didáctico y de estudios científicos que sería imposible de manejar por "culpa" de los diversos "aranceles" comerciales, entre los que se contempla el precio. El estudio también señala que la derogación de las leyes de copyright no influiría sobre la riqueza del país, ni la renta per cápita. En la medida que en Europa cuesta imaginar el horror de no saber leer la noticia supone un alivio, pero resulta inquietante que la piratería, para revelar su lado luminoso, requiera actuar dentro de un sistema educativo tan deteriorado que no puede garantizar ni siquiera la alfabetización de sus ciudadanos.